Viviendo con Depresión
Una enfermedad con muchas caras y millones de historias sin contar
Olivia Alvarez
Derechos de autor © 2021 Olivia Alvarez Todos los derechos reservados Primera Edición PAGE PUBLISHING, INC. Conneaut Lake, PA Primera publicación original de Page Publishing 2021 ISBN 978-1-66249-096-5 (Versión Impresa) ISBN 978-1-66249-073-6 (Versión Electrónica) Libro impreso en Los Estados Unidos de América
Tabla de contenido
Primer año Segundo año Tercer año Cambios Despedida Querido Dios Padre y Creador de toda vida
Dedicatoria
Dedico este libro a todas las personas que sufren de una enfermedad mental o ansiedad en su vida y para aquel que se pregunta ¿por qué siempre estoy tan cansado y por qué soy tan débil? No eres débil... lo que pasa es que siempre estás en una batalla constante dentro de tu cabeza, si no crees que eso es cansado, entonces dime ¿qué es? No eres débil... sé paciente contigo mismo, eres un guerrero en la lucha diaria por vivir y seguir adelante, sé positivo, creo en ti y estoy orgullosa de tu lucha. Juntos podemos, no estás solo.
Agradecimientos
Gracias a Dios por haberme dado vida. Gracias a la vida por haberme dado tanto. Gracias a mis padres por haber sido el vehículo que me trajo a este mundo. Gracias a mis hijas por haberme enseñado el verdadero significado de amor incondicional. Gracias a mi esposo por ser el pilar que me sostiene aún en mis peores momentos. Gracias a cada una de las personas que se han cruzado por mi camino y me han moldeado al ser que soy hoy. Y una petición a los que me conocen o creen conocerme: Lean este libro con los ojos cerrados o con la mente completamente abierta.
Prólogo
Este es un libro que siempre supe que tenía que escribir con la intención, no solo de contar mi historia, sino para tratar de ayudar a los que, como yo, sufren de una enfermedad mental, pues, todavía en estos tiempos hay mucha desinformación; sin hablar de la pena que uno mismo siente solo al asociar “enfermedad mental” con estar loco. Creo que es una enfermedad vergonzosa y muy malentendida, nosotros no deseamos estar enfermos, pero son sentimientos y pensamientos que nosotros no podemos controlar. Hoy por hoy, con la conciencia plena que tengo de mi ser, puedo identificar cuando me está envolviendo la enfermedad y sé que debo tomar para sentirme mejor, y puedo enfocar mi atención a cambiar los pensamientos que vienen en oleada sin poder controlar; énfasis en que no hay control en los pensamientos, en lo que sí tenemos control es en reconocerlos y cambiarlos, sustituirlos por otros lo mejor que podamos o, por lo menos, intentarlo. Al principio será muy difícil, pues, nuestra mente, que es nuestra herramienta más importante en esta lucha, es precisamente la afectada por la falta de los químicos necesarios en nuestro cerebro, es una lucha casi imposible al principio, pero ten fe, es una lucha que se puede ganar con mucha fuerza de voluntad y ganas de vivir. Ja, ja, ja, es lo que menos hay. Pero no siempre es así, ahí comienza la guerra que tienes que declarar para vivir; por lo menos yo lo veo así y estas páginas contienen solo mis ideas y la interpretación que yo le doy, es mi historia con un enfoque de esperanza que ojalá pueda transmitir, que cuando uno no puede más, Dios siempre nos sostiene y espera que clamemos a Él pidiendo ayuda y el descanso que solo Él puede dar; y no me refiero al descanso eterno, sino en confiar completamente en Dios y entregarle nuestros problemas, sentimientos, preocupaciones, miedos, culpas y también los sentimientos positivos, en realidad todo. Comienzo a escribir desde la secundaria porque fue mi peor época depresiva, aunque puedo reconocer que desde que era una niña, muy pequeña, tal vez de tres años en adelante, comencé a sufrir de insomnio y dolores musculares principalmente en espalda, así como ansiedad, pesadillas constantes y pensamientos verdaderamente horribles, de algún modo siempre he sentido la presencia de Dios y me he refugiado en Él desde que tengo uso de razón. He sido muy afortunada, pues, para los que no tienen esa relación esto puede ser
mucho más confuso y difícil. Han pasado muchos años desde la secundaria así que no recuerdo muchos detalles, pero sé que cuando personas en verdad quieren ayudarte y tú, en tu mente, ya estás decidido a quitarte la vida harás todo lo posible para aparentar que todo está bien y que no harás tonterías; solo para que cuando llegue el momento planeado lo intentes y es así como se pierden miles de vidas cada año. Cuando una persona está decidida a intentarlo, rara vez hay vuelta atrás. Y creo que la única forma de ayudar es mostrar amor y comprensión incondicional para que la persona afectada con esta enfermedad tenga la confianza de hablar y, tal vez, pedir ayuda. Desgraciadamente, solo el enfermo sabe lo que en realidad hay en su cabeza y en su alma que pesa tanto. Hay circunstancias y motivos o hechos que pueden aseverar la depresión, pero en sí, por sí misma, es muy agotadora. Ojalá en algún momento las agencias gubernamentales pongan énfasis en la salud mental desde niños, como materia obligatoria aprender a hablar de nuestros sentimientos sin pena o temor a ser rechazados. Ojalá este libro sirva como tema de conversación en las familias que lo necesiten, nada va a cambiar si no hablamos y entendemos la enfermedad. Estas son unas ideas si deseas abordar el tema con alguien que sufre de depresión: -Evitar hacer comparaciones de ningún tipo, cada persona es única. -Mostrar verdadero interés en escuchar, si la persona quiere hablar. -Preguntar si hay algo que podamos hacer. -Dejarlos llorar y desahogarse. -Tal vez solo abrazar o estar ahí, completamente presente. -A veces lo único que se necesita saber es que eres importante para alguien más. Decir te quiero, te amo, eres importante para mí. -Pedir y buscar ayuda profesional.
Si una persona deprimida de pronto se deshace de cosas personales, regala objetos de valor o su forma de hablar da a entender que no estará mucho tiempo o simplemente da un beso o abrazo inesperado que se siente raro; son focos rojos que hay que poner atención. Por otra parte, te comparto ideas que, definitivamente, harán una diferencia en una persona con depresión: -La alimentación es sumamente importante para el buen funcionamiento de todas nuestras células, por eso es recomendable comer más frutas y verduras de diferentes colores, ya que cada color nutre diferentes órganos del cuerpo , de preferencia orgánicas y evitar sobre todo azúcar, harinas o en general comida chatarra. -Hacer ejercicio es vital; aunque al principio sea solo caminar, con lo que puedas empezar. -Tomar vitaminas, en especial complejo B, omega 3, Rhodiola y, de preferencia, orgánicas también. Sé que hay más como las de San Juan, Ginkgo Biloba, té verde, etc., pero yo solo puedo hablar de las que a mí me han ayudado en dosis altas por ser orgánicas; si no lo son, no puedo hacer la misma recomendación, ya que muchas de ellas son de mala calidad y podrían, incluso, ser contraproducentes. Agradece por algo cada día al despertar y antes de dormir. Dios te ama y te esperará siempre con los brazos abiertos, no te apresures. Lo mejor está por venir.
Primer año
Cuando iba a comenzar el tercer grado de secundaria pensé en comenzar a escribir un diario; era una época difícil, muy gris y triste en mi vida. Realmente me preparé; fui a buscar el cuaderno ideal, tenía al gato Garfield de portada, no es que me gustara, simplemente se me hizo simpático, divertido. Por fin llegó el día, el primer día de escuela, pensaba, noche tras noche sentarme a escribir los detalles de mi día; sabía que estaba viviendo cosas que no quería olvidar, que quería quedarán por siempre plasmadas en papel porque mi memoria nunca ha sido del todo la mejor; no en los detalles, solo en cosas importantes, pero sin detalles. Sabía que lo que estaba viviendo era digno de recordarse y de compartir. Ya había vivido dos años sin documentar nada, pues, no sabía que esa escuela me daría tanto. Tanto amor, tanta amistad, tanta nostalgia acumulada aun siendo una niña, tanto dolor, tanta tristeza. Tanto. Cuál sería mi sorpresa al sentarme esa primera noche tan esperada a escribir, lo tenía todo listo, todo como me lo imaginé y, sin embargo, una sombra gris se apoderó de mí, la misma que me persigue desde que nací. Esa sombra que me envuelve, esa sombra que a veces es más espesa que el aire y no me deja respirar. Mi fiel compañera que, cuando creo haberla perdido, vuelve con más fuerza y no me suelta por más que me quiera alejar, escapar, correr, morir. Ahí estaba yo sentada, dispuesta, pero lo único que logré acertar a escribir fue: “Si mi vida no me importa a mí, menos a alguien más”. Cerré el cuaderno para no volverlo abrir hasta algunos meses después. Yo en verdad quería escribir, pero mi creatividad, mis ganas de vivir, todo de repente fue aniquilado por la sombra. Era una batalla dura conmigo misma y por eso a veces pensaba que quizás estaba “loca”, aunque pueda sonar un poco exagerado todos esos pensamientos eran muy abrumadores para una niña o para una adolescente. Completamente sola con mis pensamientos; así viví mi niñez sola todo el tiempo y no creo que haya sido del todo malo, pues, me acostumbré y hasta la fecha me gusta estar sola; definitivamente marcó la forma en la que me relaciono con otros, pues, no es de mi agrado el estar rodeada de tanta gente. Pero en esos primeros años de vida, al no tener amistades, hermanos o primos que ver día a día, tenía que formar lazos con alguien. Así que escogí a Dios como mi mejor amigo, por eso lo menciono tanto y creo que fue la mejor elección, aunque al
principio tuve las mismas interrogantes que muchos, incluso tuve mi época de rebeldía que no duró mucho, pero no me gusta reconocer. En realidad, no recuerdo mucho de mi niñez, no creo que haya mucho que recordar. Fue hasta que entré a la escuela Secundaria Técnica número 49 que mi vida cambió. Pero con todos los cambios hormonales y sin entender lo que me ocurría, fue tan hermoso como difícil. Recuerdo que el primer día de escuela fue entusiasmante, estaba realmente lista para aprender, a mí siempre me ha gustado la escuela. Me gusta aprender y la competencia, me gusta ganar. El profesor de matemáticas hizo una breve introducción de por qué son tan importantes las matemáticas en la vida como en la ciencia, yo estaba realmente fascinada y lista para lo que viniera. Cuando regresé, mis padres preguntaron qué tal mi día y cuando les dije con emoción lo que más me gustó, su respuesta fue un poco desalentadora, algo así como “es obvio”. Lo que para mí era un descubrimiento para ellos no era nuevo. Eso es algo muy común que pasa entre padres e hijos, tal vez, a veces queremos que nuestros hijos sepan que ya lo sabemos y contestamos de esa forma en que para muchos niños o adolescentes les produce desánimo. Yo me sentí un poco tonta al estar tan emocionada por algo que para mis padres era obvio, así es que entonces fui cuidando lo que decía frente a ellos, para no sentirme tonta, pero es algo desolador y que no debería ser. No todos reaccionamos así, no todos somos tan sensibles, pero a veces no nos conocemos a nosotros mismos y no nos damos el tiempo de conocer a nuestros hijos. Reconocer su individualidad y respetarla. Incluso, a veces, queremos educar a todos nuestros hijos iguales y eso también es un error. Lo que funcionó con uno no necesariamente funcionará con otro. En fin, los días pasaban y yo me iba relacionando con mis compañeros. Había un niño en particular que comenzó a molestarme todos los días, era grosero y, verdaderamente, ya era algo insoportable así que hice lo que cualquier niña de mi generación hubiera hecho. Le dije a mi hermano mayor que le fuera a poner un alto a este niño y funcionó a la perfección. Verás, en mis tiempos, como ahora, existía el bullying, pleitos y más, pero todo lo solíamos resolver nosotros mismos. Mis padres nunca se enteraron ni de eso o muchas otras cosas más. La verdad tenía miedo que mi hermano le hiciera daño a este niño, por eso callé lo más que pude. Después de que mi hermano fue, me enteré de que el niño se portaba así conmigo porque yo le gustaba. Y la verdad no entiendo cuál es la forma de actuar de los hombres. Cómo es que piensan que portándose mal con una mujer lograrán algo. Me imagino que es algo aprendido generacionalmente y es algo que debe acabar ya; pues, lo que los niños ven y experimentan los marca
para toda la vida. Los errores que hayan podido cometer nuestros padres puede que nos influencien, pero ya en la edad adulta o, incluso antes, en el momento que sabemos que “x” comportamiento no es adecuado, es nuestra obligación como ser humano evolucionado cambiar nuestras actitudes y forma de reaccionar ante lo que nos ocurre. En fin, varias semanas después estaba regresando del recreo junto a todos mis compañeros; nos sentamos en nuestros lugares y justo cuando estaba a punto de comenzar la clase un niño entró con un papel en la mano y se lo dio al maestro. Él lo leyó, volvió a vernos y dijo mi nombre, cuando me puse de pie me dijo: te buscan en Orientación. Esa sería la primera de muchas visitas más; tanto así, que me llegaron a conocer por nombre y apellido. Estaba preocupada, pues, no sabía lo que me esperaba. Cuando entré, la orientadora me vio y dijo: “Sí, está bonita”, mientras sonreía; al mismo tiempo iban saliendo dos niños que se me hicieron conocidos, eran de mi clase. No tenía idea, pero la orientadora me informó que ellos dos habían peleado durante el recreo por mí. Me preguntó si yo sabía algo, pero pudo ver en mi rostro de sorpresa que no tenía ni idea de lo que hablaba. Me pidió que dejara de ocasionar problemas y dijo que podía subir al salón. La verdad no puedo negar que me sentí halagada, pero al mismo tiempo avergonzada al saber que en unos minutos los vería a los dos y no sabía que contestar cuando me preguntaran lo que me dijeron en orientación. No sabía qué pensar, yo le hablaba a los dos, pero no imaginaba nada. El primero en preguntar fue José, yo solo le contesté: “Me dijeron que habían peleado, pero no me dijeron más”. Él se volteó a su lugar y cuando terminó la clase vino el otro niño; a él si le pregunté por qué pelearon y me lo dijo. Para ese momento yo ya sabía cuál de los dos escoger. Cuando terminaron las clases ese día, José me pidió que habláramos, yo estaba ansiosa, aunque ya anticipaba lo que diría. Y así fue que me pidió que fuéramos novios. El primer novio al que besé. No puedo decir que fue un beso mágico o bonito, la verdad fue bajo mucha presión de nuestros compañeros, un día en que la escuela terminó temprano y nos fuimos a casa de un amigo. Puedo decir, con total honestidad, que no sabía lo mal visto que es besarse en público y ahora que soy madre de dos niñas lo entiendo mejor que nunca. José era un niño al que todos los maestros consideraban como un ejemplo de niño bien portado y educado. A lo que, tiempo más tarde, la maestra de español me dijo que yo era una mala influencia para él, pues, yo comencé a divertirme demasiado en la escuela, fueron mis años de rebeldía; y puedo decir que me divertí demasiado; mis calificaciones comenzaron a bajar y eso me ocasionó problemas en casa. Pero nunca reprobé, pues, con solo poner atención en clase pasaba los exámenes y eso me ayudaba a pasar, aunque apenas si de
panzazo en unas ocasiones. A excepción del taller de electricidad que si reprobé y tuve que hacer un examen extraordinario. Literal, tenía los cables cruzados y no me entraba nada. Lo curioso es que cuando tuve que decirle a mi padre que tenía que presentar extraordinario él me dijo: “Seguro es por el miedo que le tienes a la maestra”, pues, ya había tenido unos problemitas con ella y mi padre se dio cuenta de que era bastante estricta. No sé por qué en lugar de enojarse conmigo se enojó con ella, pero yo aproveché y le dije que sí, era imposible aprender con ella de maestra y entonces él fue a quejarse con la dirección. Yo feliz, pues, no aguantaba a la maestra, pero debo reconocer que por lo estricta que era es precisamente que era buena. En realidad, no era difícil, el año siguiente me fue mucho mejor y lo entendí todo. La maestra misma estaba sorprendida de lo bien que estaba haciendo mi trabajo. Es muy importante aceptar nuestras responsabilidades para poder crecer en la vida sin culpar a los demás de nuestras faltas o errores, yo lo sabía, pero escogí el camino más fácil en esa ocasión; al final de cuentas era apenas una niña. Un día estaba en el cuarto de mis padres cuando abrí un mueble y me encontré un libro viejo arrumbado, casi rompiéndose. Lo abrí y me llamó la atención que el nombre del segundo capítulo se llamaba: El primer amor. Sin dudarlo lo agarré y llevé a mi cuarto para comenzar a leer. Ese fue el primer libro de superación personal que leí en mi vida y se lo recomiendo a todo el mundo. Se llama “Tus zonas erróneas” por Wayne Dyer. Para nada esperaba lo que leería en ese libro que me cambió la vida y la forma de pensar. Resulta que el primer amor no es el que yo creía. El primer amor siempre debe ser uno mismo. Amarte, quererte y respetarte a ti antes que a nadie más. También es un libro que entierra el “no puedo” para siempre del vocabulario, simplemente es, o no quiero hacerlo o no me interesa, pero no puedo no existe. Entre muchos otros buenos principios que enseña y que por haberlo leído y entendido muy temprano en mi vida forma parte de quien soy. El tiempo seguía pasando y todos nos íbamos conociendo mejor; me daba cuenta de que cuando hacía algo diferente al poco tiempo más niñas lo hacían; por ejemplo, si me peinaba de dos colitas, poco después era un peinado normal. Después comencé a pintarme las uñas de negro y lo mismo. Al principio pensaba que era casualidad, pero, poco a poco, veía que todo lo que hacía era copiado y no estoy exagerando, incluso los maestros se daban cuenta. Hasta mis pensamientos suicidas se convirtieron en una plaga. Por lo menos así lo describieron mis padres buscando culpables fuera de casa, otra vez, sin darse cuenta de que el problema era yo, no los demás; o mejor dicho simplemente no
había culpables. Pues, estar enferma no era mi culpa, ni mía ni de nadie, simplemente así nací. Por esos tiempos comencé a cortarme la muñeca, y no lo hacía por llamar la atención como muchas personas dicen o creen, o por experimentar dolor; simplemente quería dejar de vivir, eran intentos de cortarme las venas, pero con miedo. Tenía miedo de no morir y tener que enfrentar los cuestionamientos de todos, tener que ver a mis padres y tratar de explicar algo que yo misma no entendía. Era una vergüenza constante el sentirme tan mal agradecida con Dios y la vida. Con mi padre que siempre buscaba la forma de estar conmigo. Desde que yo era una niña muy pequeña recuerdo como, a veces, estando yo en primero o segundo de primaria, de repente lo veía en el patio de mi escuela y es que había ido a sacarme de clases para poder pasar un día conmigo, ya que él trabajaba mucho y no lo veía todos los días, solo los fines de semana, entonces él iba por mí, sin importar que día fuera y es algo que se quedó grabado en mi memoria y corazón para siempre. Me hacía sentir tan importante y tan amada por él. Siempre supe que contaría con mi padre sin importar las distancias o impedimentos. Él haría todo por verme y por estar conmigo. Simplemente puedo ver lo importante que es el rol paterno en nuestra vida; pues, la seguridad y protección que da un padre, no sé si puede ser reemplazada. Sé que, desafortunadamente, ese no es el caso de muchas personas que han tenido esa carencia; pero por seguro Dios, como nuestro Padre Celestial, definitivamente, nos protege. Tuve muchos días malos, pero otros fueron muy divertidos, llegué a conocer a casi todos mis compañeros, todo el salón llegó a ser un grupo muy unido. Regularmente hacíamos convivios en casas de los más cercanos cuando salíamos temprano de clases, o nos quedamos fuera de la escuela hasta que era hora más o menos de volver a casa. En uno de esos convivios recuerdo que una compañera intentó que yo fumara, porque todos lo estaban haciendo, casi forzando el cigarro a mi boca yo lo rechacé por completo, a pesar de que ella trató de intimidarme diciendo lo típico: “Eres una bebé, te regaña mami, todos te están viendo”, en fin. Pero todo eso simplemente me hizo rechazarlo con mayor fuerza hasta que se cansó, y creo que, de alguna forma, me gané el respeto de todos, pero más importante, el mío. Estaba orgullosa de mí misma y eso era suficiente; desafortunadamente un día, tiempo después, a mí sola se me antojo probarlo y lo hice, cargaba conmigo una cajetilla de cigarros mentolados todo el tiempo y no porque fumaba a diario, solo por si se me antojaba. Igualmente un día, tal vez un año después, agarré mi cajetilla de cigarrillos casi nueva y me pregunté a misma:
“¿Por qué te haces daño?”, mientras caminaba sola por una calle que, cuando llovía, parecía que era una cascada de tanta agua que corría por unas piedras volcánicas, caían como un piso de altura a la calle de abajo, la ciudad de México es hermosa, llena de lugares inesperados, calles pequeñísimas o casi secretas, es simplemente hermosa y a mí siempre me gustaba caminar bajo la lluvia por esas calles. Siento que hay muchas partes de mi México que desconozco por la sobre protección de mis padres; incluso puedo decir que, si no fuera por las muchas veces que me fui de pinta, conocería mucho menos mi hermoso Distrito Federal. Aunque le cambien el nombre así lo recuerdo. Es extraño, pero cuando llovía salía a propósito a caminar para mojarme, extendía mis brazos y recibía el agua en mi cara y mi pecho, pretendiendo que se llevara mi tristeza y mi dolor. Me hacía muy feliz, simplemente aligeraba mi carga y podía llorar libremente sin que lo notaran por el agua, era un ritual mágico que realicé lo más que pude mientras vivía en mi hermoso Distrito Federal. Pero volviendo a los cigarrillos, agarré la caja entera y la rompí. Es otra cosa que me hizo sentir orgullosa de mí misma, pues, muchas personas se enganchan con alguna adicción para sobrellevar las cosas y yo en ese momento supe que tenía una gran fuerza dentro de mí, que me daba el poder de decidir no engancharme de nada, ni de nadie para seguir mi lucha a pesar de lo que estuviera pasando dentro de mí. Estaba casi por terminar el primer año de secundaria cuando una de mis primas venía a casa por las tardes a platicar. Ella y yo nos veíamos regularmente, de hecho, siempre fuimos cercanas desde chiquitas, y era obvio que ella era diferente a su hermana mayor y a mí. Pues, nosotras siempre fuimos muy femeninas, pero ella no. Ella siempre quería vestir de pantalón y jugar muy bruscamente; conforme fue creciendo la diferencia era más obvia y yo simplemente asumí que era gay. No recuerdo exactamente cuándo fue que lo entendí o cómo, pero para mí siempre fue algo muy natural, pues, yo la vi y conviví con ella desde bebé prácticamente. Así que una de esas tardes yo la noté rara, le pregunté que le pasaba y ella me dijo: “Tengo algo que decirte, pero no sé cómo lo vayas a tomar y no quiero que nuestra relación vaya a cambiar”. Le aseguré que nada cambiaría y que podía confiar en mí, a lo que ella respondió, después de mucho vacilar y dudar, por fin salió de su boca la frase: “Soy gay”. Yo la seguía viendo, esperando algo más y me preguntó: “¿No vas a decir nada?”. A lo que yo contesté: “¿Eso era todo?”, sonreí y le dije: “Pues, es obvio, yo ya lo sabía, pensé que me dirías algo más. De hecho, eso no tenías ni que decirlo, pero si te hace sentir mejor está bien, ya lo sabía y no cambia nada”. Pude ver en su rostro y todo el cuerpo que por fin estaba relajada, pues, se había quitado un gran peso de encima y no pude más que sentir un gran sentimiento de
tristeza al ver como algo que para mí, era natural, para ella fue tan mortificante; por los prejuicios de la gente y por lo que los demás consideran como “normal”. Continúe la plática preguntando si alguien más sabía y me respondió que su hermana, que había tenido la misma respuesta con más preguntas, pero al fin, aceptando su verdad y que sus padres también siempre lo habían sospechado, así que años anteriores la llevaron con una psicóloga que acabó por guiarlos a ellos a la aceptación. Por lo que, se puede decir, que salió del closet primero con sus papás, aunque repito, no creo que siquiera sea algo que se debe sentir como una confesión tan pesada que abruma de tal manera. Me encantaría que todos podamos ser y sentir sin tantas explicaciones, sin tener que justificarnos o pensar cómo cubrir nuestras emociones. Estoy convencida de que eso precisamente es la raíz de las adicciones. El querer escapar de lo que somos o sentimos por no sentir que es apropiado para la sociedad, el momento o el lugar. Tantas restricciones impuestas nos llevan a querer salir de nuestra realidad como sea. Me gustaría compartir lo que yo siempre he pensado al respecto desde la primera vez que lo escuché en el evangelio. Jesús vino y dijo: “Esta es la religión que quiero que sigan: Ámense unos a otros”. Más claro ni el agua a mi entender; debemos dejar de juzgarnos, de criticar como los fariseos que se enfocaron más en señalar al pecador en lugar del pecado y que pensando siempre en sus leyes se olvidaron de amar. Desde ahí es que comenzaron los problemas y la división; todos los conflictos por querer tener la razón y la última palabra, tanto así que hasta a Jesús mismo lo juzgaron, condenaron y mataron de la peor forma. Él aguantó todo, aun pidiendo perdón para ellos hasta en el último momento. Sé que solo Él es santo, solo Él es Dios, nosotros, pobres humanos, jamás podríamos, pero, somos hijos de Dios, no podemos vivir libres de críticas o dolor, pero sí podemos elegir transformarlo en aprendizaje. Podemos decidir perdonar y soltar las cargas. Podemos, por lo menos, intentar amar al prójimo y dejar de herir a nuestro semejante. Seamos verdaderamente humanos, ya que no podemos ser perfectos. Seamos uno con el padre y demos amor. Otro ejemplo claro para mí es Mateo 10, 34: “No crean que he venido a traer paz a la Tierra. No vine a traer paz, sino espada. Porque he venido a traer conflicto”. Que fuerte y que raro viniendo de Jesús esas palabras. Pero según yo y mi entendimiento está claro que Jesús vino a sobreponer el amor aun por encima de algunas leyes del viejo testamento. Es como un examen capcioso de esos que a los profesores les encanta poner a ver quién en verdad está poniendo atención y quien verdaderamente entendió el mensaje. Si lo ves bien, es simple, hay que
seguir las leyes, pero estas jamás deben interponerse al amor a tu prójimo. Me pregunto cuántos padres sentirán alivio al entender esto. Además, está el primer mandamiento y el más importante de todos, la base en realidad: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. Nótese que esta es solo mi interpretación y podría estar equivocada, pero en verdad creo en mi corazón que, si nos enfocamos en esto, el mundo sería mejor y todo más sencillo. Otra cosa que no entiendo es cuando alguien pasa por una prueba horrible y lo primero que hace es culpar y enojarse con Dios; en lugar de buscar refugio y consuelo en Él se enojan como si eso fuera a resolver algo, incluso lo amenazan y se vuelven contra Él; siempre he pensado que es como si tu jefe te corre y entonces tú te enojas, lo maldices y gritas; pero después se da cuenta de que todo fue un error y no debió haberte despedido. ¿Tú crees que tendrás oportunidad de volver después de todo lo que dijiste e hiciste? La buena noticia es que Dios te recibirá con los brazos abiertos siempre, como el padre que siempre esperará porque su hijo vuelva, pero tú, quizá, no tendrás cara para regresar después. Como la otra vez leí: “Antes del pecado el diablo siempre te convence de que no es gran cosa y después del pecado te convence de que es imperdonable. Sus trampas son muy hábiles y efectivas, pero son solo eso, trampas que nuestro padre perdona, si se lo pedimos de corazón”. Pero volviendo al tema de mi prima, ella estaba confiando en mí, porque quería presentarme a su novia, así que unos días después fue a la salida de mi escuela con ella para que yo la conociera. Desde el principio me cayó muy bien y comenzaron a visitarme de vez en cuando a la salida. Pero un día fue ella sola a verme; cuando le pregunté dónde estaba mi prima me comentó que habían peleado y quería platicar conmigo poniendo su brazo sobre mis hombros, al mismo tiempo que comenzamos a caminar platicando, pero yo ya no me sentía cómoda. Sentía que era como traicionar a mi prima al estar solas; ella comenzó a acariciarme el rostro frente a mi novio al mismo tiempo que me preguntaba: “¿Crees que esté celoso?”. Además, ella era muy conocida, todos sabían que era gay y que mi novio estaba frente a mí, yo la verdad solo me reía estaba incómoda y no sabía qué hacer. Traté de ser lo más amable con ella, pero poniendo distancia hasta que por fin se fue ese día; ella seguía volviendo a ir sola, pero en cuanto la veía yo me iba por otro lado hasta que ya no fue más. Mi prima terminó con ella y nunca tuvimos que hablar del tema. Me di cuenta de que es diferente cuando una mujer se te acerca con otras intenciones. Pues, realmente entre mujeres hay una cercanía que es normal y se puede disimular muy bien como que es solo una amistad. Tal vez por eso que las parejas entre hombres son peor vistas que entre mujeres homosexuales.
Estábamos ya casi terminando el primer año, para mí, era difícil aparentar estar bien, pero, al mismo tiempo, no era nada nuevo; cuando un día platicando con una compañera me dijo que tenía pollitos en su casa, pero que, accidentalmente, uno recogió una pastilla que a ella se le cayó y se murió. Le dije si podría traerme esas pastillas para un experimento, al otro día me las dio. Yo junté todas las pastillas que encontré en mi casa, conté un total de más de 50 pastillas, hice unas cartas de despedida y me las tomé pensando mil cosas a la vez; le pedía perdón a Dios por ser tan débil y por no aceptar su regalo de vida, recuerdo que siempre hablaba con él y le decía: “Te ofrezco mi vida por la de alguien que si la quiera, sé que en este momento hay alguien en el mundo luchando por vivir, toma mi vida y dásela”. Yo solo quería cerrar los ojos y no despertar, pero no fue así; solo me dieron ganas de vomitar, pero me aguanté y eso fue todo, no pasó nada más. Me dio risa y frustración no podía creer que eso fue todo, yo si creía que moriría, estaba lista; y tener que ir a clases como si nada era frustrante, pero era otro día más en la vida de una adolescente suicida. Solo sabía que la próxima vez tendría que ser algo mejor planeado, pero mientras, todo seguía como si nada hubiera pasado; como si hubiera sido solo un mal sueño y nada más, por eso es tan confusa esta enfermedad, quien lo ve desde fuera creería que solo fue un berrinche o un desbalance hormonal, algo pasajero que ya terminó, pero no es así, un intento fallido es solo eso, no quiere decir que ya se abandonó la idea, simplemente hay que seguir fingiendo y ya; lo que menos queremos es llamar la atención y que nos estén cuidando, eso solo estorba en los planes futuros; por eso mientras seguimos igual que antes, como si nada. Tan es así que, de hecho, días después reí como nunca en mi vida he vuelto a reír y la risa que se muestra es sincera, tanto como el dolor que no se va y que vive dentro, pero detrás de cada risa está la vocecita que te recuerda que es un día menos, hay que planear cómo dejar este mundo; me río contigo viéndote a los ojos y en ese momento soy feliz, pero sé que pronto estaré planeando mi muerte de nuevo con la plena conciencia de saber que está mal y al mismo tiempo no poder parar de querer morir. Un día en el recreo estaba caminando con mi amiga Marisela casi abrazadas y no recuerdo por qué razón ella quería llamar a José y yo no quería; así que cuando lo vio le gritó, al mismo tiempo la halé y nuestros pies se enredaron de tal forma que caímos abrazadas las dos, al mismo tiempo que ella estaba gritando, pero a medio grito se transformó en miedo y risa saliendo un sonido muy chistoso; de hecho, creo que le pusieron de apodo guacamaya desde ese entonces. Justo estábamos a la mitad del patio frente a Orientación Vocacional; fue tan chistoso y llamativo que absolutamente toda la escuela se acercó a nuestro alrededor a burlarse de nosotras, pero ni nosotras mismas podíamos parar de reír mucho menos ponernos de pie, así que se acercó la
orientadora que me conocía a ver qué pasaba y ella fue la que me puso de pie. Nos fuimos caminando de ahí, pero no pudimos parar de reír, más porque pasaban cerca de nosotros imitando el grito de mi amiga al caer. Nunca en mi vida he reído de tal forma, tanto así que no podíamos parar y ya nos estaban doliendo las costillas de tanta risa; al otro día, definitivamente, estábamos adoloridas. Ojalá por esos días hubiera sabido lo importante que es reír para la salud en general, pues, estoy convencida de que las enfermedades que una persona sufre son generadas por nosotros mismos; lo digo porque desarrollé una alergia de piel severa y estuve varios años viendo a diferentes doctores para controlarla. Siempre buscando las posibles causas externas como el sol, el polen, el polvo, etc., pero nunca se les ocurrió que podría ser desarrollada por estrés o ansiedad. Esta alergia me ocasionaba ronchas en la piel de todo el cuerpo, incluso después me salieron también en los labios y párpados; traté muchos medicamentos hasta que por fin el último me sirvió y lo tomé por varios meses, pero si un día se me olvidaba me llenaba de ronchas en todo el cuerpo. Era horrible y desesperante, pues, primero empezaba a sentir la piel caliente, después me daba mucha comezón; incluso antes de encontrar el medicamento adecuado, yo sentía como si se formara un caparazón de las ronchas que por ser tantas se juntaban y parecían capas gruesas de piel. Simplemente fue espantoso y tormentoso. También cuando tenía entre 4 a 8 años mi papá trabajaba en Cuernavaca y no podía regresar todos los días, así que yo lo veía solo los fines de semana y, por consecuencia, todo el tiempo fui muy enfermiza de las anginas; pero no creo que haya sido solo eso, más bien era tristeza por no ver a mi papá. Estaban a punto de operarme las anginas cuando mis padres compraron la casa en Coyoacán, eso facilitaba y acortaba lo suficientemente el trayecto para que mi padre pudiera volver a casa todos los días. Mágicamente dejé de enfermar, pero, definitivamente, fui una niña bastante enfermiza, y tuve que tomar diferentes medicinas durante mi niñez por lo que, años después, me ocasionarían otro problema. Tenía poco tiempo que comencé a llevarme bien con mi vecino Jorge, la verdad cuando nosotros llegamos a vivir ahí no nos caíamos bien, de hecho, nuestras mamás se hicieron amigas, pero él y yo comenzamos a platicar como 2 años después y hubo un tiempo en que me invitaba a jugar a su casa todas las tardes; nos volvimos superamigos. Para mí él llegó a ser muy importante, siempre me hacía sentir muy bien, él me escuchaba y podíamos platicar de cualquier tema por horas; sin lugar a dudas fue mi mejor amigo. Gracias a él aprendí a jugar
monopolio, entre otros juegos de mesa, pero sobre todo ajedrez, que también jugaba con mi padre. Una tarde nos escapamos un par de horas solo para ir a una feria cerca de mi casa, porque días antes le había platicado que nunca había ido a una, nos divertimos muchísimo, recuerdo que llevaba una falda como de terciopelo y cuando íbamos pasando por debajo de un puente, nos cayó harina de unos chicos que se estaban aventando huevos de harina, lo bueno es que cuando llegue a casa todavía no había nadie y mis padres no se dieron cuenta. También, a veces, en las reuniones de las familias, por lo general, había alcohol y nos las ingeniamos para tomar, sin que se dieran cuenta, solo por travesura y para probar, pero puedo decir que en verdad no nos gustaba y eso no fue más que un par de veces. Tampoco tenía idea que en sábado de Gloria hay lugares donde se acostumbraba aventarse agua entre vecinos; pero lo aprendí en cuanto salí al patio de mi casa ese día y recibí una cubeta de agua fría en la cabeza, cuando volteé era mi vecina, la hermana mayor de Jorge, y no entendía lo que pasaba, pero vi que estaba a punto de tirarme otra cuando volví corriendo adentro de mi casa. Una tarde que estábamos jugando llegó su hermano mayor con unos amigos, creo que terminó siendo una reunión más grande, pues, recuerdo que mis papás también estaban en su casa. Comencé a platicar con uno de los muchachos que habían llegado después, me dijo que él componía poemas y que era algo fácil, que todos podíamos hacerlo, por alguna razón terminó haciéndome prometer que escribiría algo y se lo enseñaría. No recuerdo porque dije que lo haría, pero tal vez fue solo para que no insistiera. Él dijo que pasaría una semana después a mi casa a ver lo que escribí y así fue, unos días más tarde estaba en casa cuando sonó el timbre, y cuando abrí la puerta, estaba él, pidiendo ver lo que prometí escribir. Mi mamá me preguntó quién era y cuando le dije, me contestó: “Pues, ve por tu cuaderno, tienes que cumplir si lo prometiste, para que aprendas a no estar prometiendo cosas”. Creo que escribí cualquier cosa solo para que se fuera y aprendí la lección de no aceptar hacer algo por compromiso. Algunas personas pueden decir que harán algo y es tan fácil no hacerlo sin consecuencias. Pero gracias a momentos como ese, que para mí fue tan penoso por las tonterías que escribí solo para entregar algo; que le agradezco a mi madre el enseñarme a respetar la palabra y cumplirla por más incómoda que pude haber estado. De igual forma, no me gustó el saber que no traté lo suficiente y que, tal vez, podría ser buena escribiendo, ya que la materia de español, para mí, siempre fue fácil. Una tarde mientras veía el cielo en mi azotea, viendo las nubes, brotó tan fácil y natural un pequeño verso, que bajé inmediatamente a escribirlo antes de que se me olvidará: “Quisiera ser una de las nubes, quisiera ser una de las estrellas,
quisiera dejar de ser la gota que antes fuera ante la inmensidad del mar, ante mi vida ajena”. Después comencé a escribir más versos; lo curioso es que mi inspiración siempre fue mi tristeza, por eso no los muestro, por ser tan tristes y deprimentes las cosas que comencé a escribir. Por esas fechas descubrí la poesía de Amado Nervo y aprendí de memoria varios de sus poemas. Me identificaba con la tristeza que emanaba de sus poesías; mostrando su mismo dolor y las ganas de descansar en varias de sus poesías, pero sin duda la más bella de todas es “Vida” y ojalá en mi funeral una de mis hijas lo recite; pues, es hermoso y lleno de verdad, lleno de agradecimiento y aceptación por lo que hayamos vivido, pero, sobre todo, listo a estar en paz.
Segundo año
Comenzó el segundo año de secundaria con algunos nuevos compañeros. Mi apellido es Alvarez, así que estoy acostumbrada a siempre ser de las primeras si no es que la primera; pero en esta ocasión sentaron a una niña nueva entre José y yo. No recuerdo por qué, pero él y yo terminamos. Hubo un pequeño detalle y es que ellos dos comenzaron a hablar demasiado; para ese entonces, no sé cómo comenzó una familia dentro del salón con mis amigos más cercanos. No tan solo familia por lo bien que nos llevábamos, sino porque mis amigas dijeron ser mis hijas y obviamente José el padre. Cosas muy tontas e inocentes de la edad. Pero cuando mis amigas vieron que la amistad iba creciendo, literalmente, frente a mí, comenzaron a molestar a la nueva niña. Cada vez que tenían oportunidad la insultaban o llamaban nombres, cosa que a mí me hacía mucha gracia y la verdad si me hacían reír con sus ocurrencias, de alguna forma me hacían sentir querida por defenderme, según ellas, sin yo haberlo pedido. Era un juego sin malas intenciones, pero se estaba tornando cruel por ser constante. Era la perfecta definición de bullying, pero por ser graciosa y por no quedar mal con mis amigas yo les seguía la corriente solo riéndome; jamás hice nada. Pero eso fue suficiente y reconozco que estuvo muy mal. La verdad no sé cuánto tiempo lo habrán hecho, pero no fue más de unas semanas hasta que un día decidí no reírme más y pedirles que ya no siguieran, pues, en verdad ella nunca se portó mal con nadie y aunque fueron muy mala onda con ella cuando José y yo volvimos, ella llegó a ser parte de nuestra pequeña familia. Creo que siempre se me ha dado el matriarcado; además de cuidar bien a los míos nadie quería hacerme enojar. Cada vez el liderazgo se iba reforzando en mí. Y fui volviéndome desastrosa, muy revoltosa. Mi salón estaba en el tercer piso así que cuando salíamos al recreo, por esos días no sé ahora, teníamos que salir con nuestras mochilas que siempre han sido superpesadas. Para ahorrarme todo eso yo salía y observaba quien estaba ya abajo, solo tenía que gritar y decir. “¡Ahí te va mi mochila!”, sin ningún reparo la aventaba desde el tercer piso casi todos los días para evitar la fatiga de tener que cargarla. Entre las cosas que hacía, hay una que cada vez que lo recuerdo me remuerde la conciencia. Había una maestra de historia que era de esas maestras a las que nadie hace caso; tenía el cabello superlargo y canoso, yo me ponía tras de ella cuando le llevaba mi cuaderno a
calificar, solía arrancarle canas para verlas de cerca y mis compañeros se reían de eso, lo cual me hacía hacerlo cada vez más, una de esas veces la vi llorar; no sé en realidad por qué, pero aguantaba mucho, no solo de mí sino de todos mis compañeros, y jamás lo volví a hacer. Me da mucha tristeza pensar que maestros y maestras tengan que aguantar majaderías de niños tontos que se sienten graciosos. Ellos hacen un trabajo muy difícil e importante para la sociedad; aparte de ser muy mal pagados no deberían de aguantar payasadas de niños malcriados. Y ahora, cuando lo recuerdo, aparte de sentirme fatal, pido a Dios me perdone y le dé mucha salud y bendiciones dondequiera que esté. Uno de esos días en que salimos temprano de escuela mis dos mejores amigas; Marisela, Vanessa y yo nos quedamos casi solas frente al portón platicando cuando se nos acercó un carro rojo. Yo ya había leído casi todos los libros de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, pero jamás me imaginé que lo del carro rojo fuera verdad. Ellas dos estaban sentadas y yo de pie, así que cuando se acercó el carro yo era la que quedaba a la vista del hombre dentro del carro. Él pretendió estar pidiendo direcciones y cuando me acerqué para escucharle mejor él sacó una revista de un maletín negro que tenía en el asiento del copiloto y comenzó a ojearlas frente a mí, preguntándome si yo había visto algo así antes. Tardé un poco en reaccionar, en verdad no entendía lo que estaba viendo, y cuando caí en cuenta que eran personas desnudas fue algo verdaderamente grotesco y asqueroso. Me enojé tanto que me hice hacia atrás y grité a mis amigas: “¡Párense y vámonos!”, el hombre se sorprendió con mi reacción arrancó el carro y se fue. Mis amigas me preguntaron qué había pasado y yo les contesté muy molesta: “¿Qué, no vieron nada? Ellas contestaron que no y no entendían mi reacción, cuando les dije lo que ese hombre me enseñó, una de ellas le gritó a un niño de nuestro salón, Raúl, que vio a lo lejos para que viniera, le platicó lo que había pasado, en cuanto él escuchó, silbó muy fuerte y los demás compañeros, que creíamos ya se habían ido, salieron de una tienda cercana; comenzaron a caminar hacia donde estábamos nosotros, mientras él me preguntaba si estaba bien. Le dije que si solo que estaba muy enojada. Él les dijo a los demás lo que había pasado. Todos agarraron piedras y fueron a buscar el carro unas cuadras a la redonda, pero no lo encontraron. Cuando regresaron nos dijeron que no vieron nada, pero que de ahora en adelante no nos dejarían solas y estarían al pendiente de los carros rojos que estuvieran cerca de la escuela. Incluso ese día se dividieron para acompañarnos a nuestras casas. La verdad nos sentimos muy bien por su reacción como compañeros protectores, era claro que no solo éramos compañeros sino un equipo, desgraciadamente, tiempo después,
otro día que yo estaba caminando sola de regreso a casa, otro carro rojo se me volvió a acercar con la misma historia de pedir direcciones, pero esta vez no me acerqué como la primera vez, de todas formas el carro iba a la par mía mostrándome las revistas, yo volteé detrás de mí para ver si veía a alguien que me pudiera ayudar y me detuve al ver una señora que venía bastante retirada, pero comencé a caminar hacia ella; fue hasta entonces que el carro arrancó y se fue, no quería decir nada a mis padres porque de por sí eran muy sobre protectores y si yo mencionaba algo estaba segura de que no me dejarían salir sola, así que me quedé callada, pero más vigilante a la hora de caminar sola en la calle. Recuerdo un desfile del 15 de septiembre en el que toda la escuela tenía que participar como siempre, estaba marchando en las calles cercanas a la escuela. Yo estaba en la Banda de Guerra, desde que la escuché me encantó y decidí participar; aunque era muy pesado tanto el tambor como el entrenamiento; pero siempre me han gustado los retos. Pues, estábamos ya llegando a la escuela cuando, no sé por qué razón, el mismo niño Raúl volvió a chiflar, levantó las manos y dijo: “¡Síganme los buenos!”. En ese momento comenzó a correr en lugar de entrar a la escuela y todos los del salón y algunos otros amigos de él comenzaron a correr. Los maestros no pudieron hacer nada para detenerlo, pues, fue como una reacción en cadena y casi toda la escuela comenzó a correr con él, aunque, tal vez, solo pocos sabían por qué corrían, eso no era importante, lo único verdaderamente importante es que él nos necesitaba, así éramos en ese entonces. Yo tenía que entregar el tambor y el equipo, además era superpesado y estorboso, pero me apuré lo más que pude y salí corriendo otra vez; comencé a correr hacia donde los vi correr con otros más, pero apenas íbamos a una cuadra cuando los vimos a todos correr de regreso a la escuela y comenzaron a gritar: “¡Métanse a la escuela, viene la policía!”. Como los profesores no nos pudieron controlar llamaron inmediatamente a la policía. Pero por estar casi toda la escuela involucrada no hubo sanción ni castigo para nadie. Obvio que si preguntaron quien había comenzado todo, pero nadie nunca iba a decir nada, ese era un código no hablado de ética entre nosotros que jamás romperíamos. Espero que en algunos grupos de escuela todavía se vea ese compañerismo y unión tanto en las buenas como en las malas. Siento que ahora, con las redes sociales, podemos estar juntos físicamente, pero no en unión verdadera, parecemos islas andantes encerrados en nuestra propia burbuja; siento que se va perdiendo la empatía en general. La verdad nos reunimos bastante después de clases, por supuestos trabajos en equipo, proyectos, etc., siempre tenía una excusa para salir por las tardes. Mis padres siempre han sido muy sobre protectores, así que siempre salía con
mentiras piadosas y todos mis compañeros de clase lo sabían. Incluso todos ya conocían a mi padre de vista y cuando lo veían me avisaban que lo habían visto, para que no me fuera a cachar con mi novio. Una vez que salimos temprano y, obviamente, según yo, mi padre no tenía por qué saberlo, me dijo un niño: “Vi a tu papá” y no le creí, después vi a otro y lo mismo, tampoco le creí pensé que estaban jugando conmigo, que solo me querían asustar, pero cuando salí, ahí estaba; cada vez era peor, me querían tener más controlada y yo no entendía ni se me hacía justo; era sumamente difícil para mí vivir con unos padres tan sobre protectores cuando yo lo único que intentaba era tratar de sobrevivir y mantenerme distraída con mis amistades para no quedarme tanto tiempo sola con mis pensamientos negros, que lo único que buscaban era desaparecerme de cualquier manera; de hecho, en algún lugar escuché que en la colonia Doctores había un dispensario de venenos; no recuerdo donde lo escuché, pero una tarde salí a buscar ese lugar y pregunté por las avenidas principales, pero nadie sabía nada y, obviamente, no lo encontré. Cada año había torneos de fútbol y yo casi siempre anotaba mi gol, pero para eso nos juntábamos en las tardes a jugar en el fraccionamiento de una amiga que tenía canchas de fútbol. Se suponía que para entrar tenías que mostrar identificación y especificar a dónde ibas. Pues, ya teníamos varias tardes jugando; un día alguien tiró un balonazo y perdimos la pelota. Me senté en media cancha a esperar que regresaran con el balón, José vino y se sentó a mi lado, puso su brazo sobre mis hombros y estábamos platicando cuando los niños dijeron: “¡Olivia voltea!”, como soy tan obediente, no quería voltear hasta que alguien por fin dijo: “Tus papás”. Yo no lo creía, pues, yo creía que ellos no tenían ni idea dónde estaba, mucho menos podrían entrar ahí, así que los ignoré y uno de ellos me dijo: “Conste que te lo advertí”. Por fin nos pusimos de pie y fue cuando los vi, no lo podía creer ¿qué hacían ahí? Por supuesto estaban molestos, pues, no solo no estaba estudiando, sino que también me estaban abrazando. Sabía que era momento de irme, sin más caminé rumbo a ellos y nos fuimos. Llegando a casa me súper regañaron, dijeron que ya no tendría permisos y que estaban considerando mandarme a un internado. Cuando les pregunté cómo sabían dónde estaba me dijeron que habían contratado un investigador privado para que me siguiera. No les creí del todo, pero sabía que sería difícil seguir saliendo y en verdad sentía que me estaban cortando las alas, era muy injusto, yo en verdad no creía que estaba haciendo nada mal y no entendía el porqué de su comportamiento, pero solo era fuego para mi depresión. Era algo que ellos desconocían, pero solo me sentía bien en la escuela con mis amigos, cada mañana me despertaba deprimida y tenía que preguntarme a mí misma ¿qué
de bueno tiene hoy? Entonces pensaba en lo que haría en la escuela y eso me daba fuerzas para salir de la cama. Pero cada despertar era un dilema del porqué seguía viva; todos los días pasaban por mi mente pensamientos suicidas con los que tenía que pelear internamente, no solo día a día, sino en ocasiones, minuto a minuto. Más tarde, ese mismo día, una de mis compañeras fue a mi casa a “pedir” una tarea. Mis padres le preguntaron si ella también estaba jugando a lo que ella respondió que no sabía del juego, después de un breve interrogatorio me llamaron, claro que ella estaba conmigo, de hecho, todos estaban a una cuadra de mi casa; querían saber cómo estaba y cuál sería mi castigo. Sabían de las amenazas de mandarme a un internado, pues, no era la primera vez que lo decían mis padres. Le dije que, si me habían regañado, pero que volvería a clases al otro día. Le di las gracias por ir a verme, escuché silbidos de todos y entré a mi casa. Otra gran muestra de amor y amistad. ¡Cómo extraño esos días! Al otro día unos me dijeron: “Ya ves, por no hacer caso” y otros solo: “Que bueno que volviste”. La verdad es que yo luchaba constantemente con mi depresión, con esas ganas enormes de morir y al mismo tiempo el contraste de amar la vida. De hecho, en una de esas veces que fuimos a jugar, teníamos que atravesar una gran autopista y yo intenté quedarme a la mitad a propósito cuando los carros iban a toda velocidad, pero José me haló a tiempo. A pesar de todo yo sabía que amaba vivir. Creo que eso, entre muchas otras cosas, incluida la gracia de Dios, es que sigo con vida. Pero era muy confuso ese gran contraste. Recuerdo que un día, en clase de química, la maestra estaba hablando de la composición de gases y habló del monóxido de carbono y como algunos suicidas lo habían utilizado. Mientras ella hablaba varios de mis compañeros voltearon a verme y yo los quería ahorcar, pues, estaban siendo muy obvios. Mis pensamientos no eran un secreto, teníamos demasiada confianza para guardarme algo así, y creo que es algo muy común, desgraciadamente, entre adolescentes; además mi tristeza era muy evidente. Ese fue otro intento con el monóxido de carbono, pero para nada me dio resultado, pues, por más que traté de adaptar las condiciones no tenía ningún lugar adecuado y tampoco pasó nada; otro intento fallido, aunque entre los que lo hemos intentado varias veces, se puede decir que ese no fue un intento formal, no hubo cartas de despedida, en realidad desde un principio dude mucho que me resultara, pues, según lo que la maestra había explicado, era casi imposible, desde un principio, en mi situación. Mi padre siempre fue un visionario; él desde muy joven comenzó a planear para
la vejez y comenzó a construir apartamentos en la casa para tener un ingreso extra. Una de las primeras familias que llegaron a rentar fue una madre con su hija que era de mi edad. Yo no la había visto, pero un día mi madre me pidió que platicara con la niña, pues, siempre estaba sola, le dije que sí lo haría cuando la viera, pero no la veía, pues, ella siempre estaba encerrada en su cuarto; un día que estaba pidiendo permiso para ir a un convivio, mi madre me dijo: “Invita a la niña si quieres ir”. No me gustó la idea, pero era mejor alternativa que no ir. La invité, pero le dije que mis amigos eran muy alocados para tratar de que dijera que no iba. Pero no funcionó, solo me vio raro, hizo una mueca y dijo solo me arreglo y salgo. No sabía qué pensar ni cómo iban a reaccionar mis amigos, pero todo salió bien, de hecho, para mi sorpresa, comenzamos a platicar de camino al convivio y me cayó muy bien. Cada día comenzamos a convivir más y más llegando de la escuela, por fin tenía una amiga fuera de la escuela. Era la primera amiga que veía en mi casa y podíamos platicar horas sin aburrirnos, llegamos a ser tan cercanas que en verdad pensé que nunca dejaríamos de ser amigas. Incluso desarrollamos nuestro propio abecedario. Yo ya había hecho uno en la escuela para comunicarme con mis amigas de la escuela y poder decir lo que queramos sin preocuparnos que alguien más lo viera, pues, no lo entenderían, después se puso de moda, como todo lo demás. José hizo uno donde me decía algo que para mí era obvio, así que lo descifré en una hora de materia, menos de 45 minutos para ser exactos, él no podía entender como lo pude descifrar. Pero se le olvidó que yo comencé con eso, por lo menos en mi escuela y aunque cada signo era completamente inventado por él, yo sabía que pondría la frase: “te quiero”, así que fue suficiente para descifrarlo y que él se asombrará enormemente. Por lo regular, en las escuelas públicas de México, hay un día en que cada grupo tiene que lavar su salón de pies a cabeza. Recuerdo que teníamos que llevar cubetas, escobas, jaladores, trapos, jabón, etc., todo lo necesario para dejarlos completamente limpios. Como es bien sabido, cada grupo tiene su grupito de desastrosos; que por lo general son los niños y niñas que más travesuras hacen en el salón y casi siempre son los que tienen peores calificaciones. Pues, estábamos todos listos para comenzar a limpiar y, por cosas de la vida, yo estaba parada justo al lado del escritorio de la maestra que casi siempre están en alto, y frente a mí estaba, precisamente, ese grupito desastroso de mi salón, no sé qué habrán estado planeando, pero estoy segura de que una travesura, en realidad creo que si se estaban organizando para hacer algo cuando vi una cubeta llena de agua cerca de mí. Volteé a todos lados a ver si había algún maestro cerca; los vi juntos y comenzó a subirme la sangre a la cabeza de nervios, pero no me pude
contener y sin titubear agarré la cubeta y se las eché encima. Solo alcancé a escuchar gritos porque, obviamente, no me iba a quedar ahí, salí corriendo lo más rápido posible a esconderme en diferentes lugares por el resto del día escolar. No podía creer que estaban todos juntos tramando algo y no se esperaban algo así, fue tan divertido que lo volvería hacer. Obviamente sabía que tarde o temprano las pagaría, pero valió la pena. Había mucha amistad y compañerismo en todo el salón y la venganza no pasaría de algo similar. Recuerdo que cuando salí corriendo, un prefecto que era buena onda me vio y dijo: “¿Qué hiciste?”, pero vio a la única de las niñas que mojé, correr detrás de mi mojada y solo movió la cabeza riendo y gritando “no corran”, por eso fue que me pude escapar, él la detuvo, y no me encontraron en todo el día; en el fondo sé que la detuvo a propósito para ayudarme, pues, si él hubiera querido, podía perfectamente mandarme a buscar y no lo hizo. Saliendo de la escuela bajé la guardia porque casi todos se fueron a sus casas, pero no contaba con que uno solo de ellos bastaba y cuando menos lo esperaba sentí como una Fanta de naranja me caía por la cara, no fue mucho, pero suficiente para que ningún otro hiciera algo más, pues, él corrió la voz de que ya los había vengado. Al otro día me veían y solo me decían: “No entiendo cómo lo hiciste”, y me preguntaban si lo tenía planeado, pero por supuesto que no, las cosas planeadas no creo que salgan tan bien como las oportunidades que tomas como vienen. Siento que fueron años de altibajos muy grandes, pues, tanto estaba feliz de la vida divirtiéndome, como al mismo tiempo planeando otra vez mi muerte. Esta vez no podía fallar, pues, había bajado mucho mis calificaciones y tenía que morir antes de la siguiente entrega de boleta, mientras escribo esto, suena tan tonto, pero no lo era, para mí era solo una fecha límite para acabar con mi sufrimiento. Así que pensé en ir a farmacias y hacer una encuesta con varias preguntas camuflajeadas para saber cuál era el medicamento más fuerte que podían vender ellos. Fui a diferentes farmacias y según veía su reacción me adentraba más a las preguntas. Tal vez fui muy obvia o no, pero solo me dieron el nombre de un medicamento para la presión alta. La noche antes de la entrega de boletas fue la noche en que ingerí la caja completa de pastillas esperando, por fin, descansar; pues, esta vez eran más que la primera vez, noventa para ser exactos. Y todavía no entiendo como estoy aquí, creo que por lo menos mi malestar debió ser peor, pero solo la pasé con sudoraciones y ganas de vomitar otra vez, nuevamente me aguanté. Estaba mareada, acostada en mi alfombra y no dormí en toda la noche. Pero no pasó más y esta vez en verdad no lo podía creer. No pude ir a la escuela ese día, pues, estaba muy débil y mi madre me vio tan mal que pensó eran solo nervios por las calificaciones, así que no me regañó
tanto como me lo esperaba, algo había pasado en el camino que estaba muy contenta y me la pasó esa vez. Pero yo estaba más decepcionada y frustrada que nunca, solo me preguntaba que: “¿Nunca lo lograría? ¿Cuál es la cantidad correcta?”. Me sentí casi invencible, pero no era lo que yo quería, aunque era claro que Dios me cuidó, y Él es el que me tiene aquí, eso lo tengo muy claro, en el fondo pensaba que Él tenía algo para mí o que Él quería algo de mí; pero en ese momento yo no quería nada y siempre que platicaba con Él le pedía perdón, pero en verdad no podía más, no era un capricho o un arranque; fueron semanas planeando mi despedida de este mundo, en verdad pensé que era la definitiva. Tanto así que hice repartir útiles y cosas de valor mías a algunos compañeros sin dárselos yo personalmente; le pedí a alguien que lo hiciera por mí sin decirle por qué. A José le mandé una rosa blanca, esa era una señal que él me pidió para él saber que yo intentaría suicidarme, él me lo pidió un día que estábamos platicando de eso, me pidió que le diera una rosa blanca un día antes, pero yo sabía que él podría tratar de evitarlo, así que, según yo, esa solo sería la señal de que estaba hecho; y él entendió el mensaje. Dicen mis amigas que estuvo triste todo el día, pobre, la verdad me lo imagino. Al otro día que fui a la escuela, uno por uno, fueron a dejar mis cosas a mi banca y me decían que estaba loca y que no hiciera tonterías. No sabían que tanto lo estaba tratando en verdad. Tratando de no hacer tonterías y al mismo tiempo tratando de hacer la tontería más grande del mundo. Ese era año de mundial de fútbol y que experiencia fue esa para mí, pues, antes no había experimentado nada parecido. Había tanta emoción cada vez que jugaba México. Definitivamente es una época muy apasionante la que vivimos cada cuatro años. Recuerdo ver hacia abajo del tercer piso y no ver a nadie en pleno recreo, casi todos estaban en grupos escuchando los partidos por radio. Así que para el siguiente partido yo llevé el mío. En plena clase anotaron gol y yo grité sin querer; todo el salón me hizo coro y el maestro no nos pudo callar, se oía toda la escuela coreando el gol, incluso los maestros sonreían, preguntaban el marcador y continuamos con la clase después de festejar. Recuerdo que ya para cuando entramos a octavos de final pusieron el partido en el auditorio. Y, finalmente, el mundial acabó para nosotros en cuartos de final. Pero esos recuerdos todavía me hacen sonreír; como nos pintábamos en la cara la bandera, como festejamos todos juntos y los carros pintados en las calles llenas de gente desconocida que festejaban por igual con extraños que con familiares y amigos. Ese es mi país, el que se une en las buenas y en las malas. Aunque más allá de eso deberíamos
luchar nuestras batallas juntos también y no hacernos indiferentes cuando no nos conviene. Hay mucho que aprender para salir adelante como nación y espero llegue el día en que mis ojos lo vean. Recordemos que tenemos sangre guerrera. Hubo un tiempo en el que fuimos la civilización más avanzada del mundo, pero nos dejamos conquistar con espejos, con engaños nos deslumbraron. Tal vez por nuestro buen corazón, porque eso no lo podemos negar, donde quiera hablan de lo hospitalarios que somos. Si es cierto que pasan cosas horribles y las personas que hacen el mal están mejor organizadas que nosotros. Por eso es que nos falta unión verdadera. Despertar y todos exigir un cambio. Pero qué crees, el cambio comienza en casa, el cambio comienza haciendo cada quien nuestra parte, desde no esperar que mamá haga todo por mí, hasta recoger la basura que tiró la persona que va delante de mí y poner el ejemplo con acción. Cada pequeño cambio para un futuro mejor vale la pena, ponte un propósito nuevo por mes y hazte el hábito de seguir aprendiendo, creciendo y cambiando por el simple hecho de sentirte mejor contigo mismo. El orgullo que se siente de saber qué haces lo mejor posible en cada momento, aun cuando sabes que nunca nadie lo sabrá más que tú mismo y Dios, es el mejor sentimiento del mundo y uno de los placeres gratis de este mundo. Otro día de escuela durante el laboratorio, por alguna razón; estábamos trabajando con un frasco que, cuando yo lo vi mis antenitas suicidas se prendieron nuevamente, pues, tenía el símbolo universal de veneno. Y empecé a poner a trabajar mi cerebro como hacerle para tomarlo, pues, todo en el laboratorio estaba muy controlado y había que firmar un papel para cada frasco que se agarraba por mesa; así que era imposible simplemente sacarlo de ahí. Pensé llevarlo en algo, pero no sabía que tanto necesitaba. Así que sabía que ese no era el día, pero ya tenía en la mira un veneno de verdad en mis manos. Hicimos experimentos con él y sabía que era reactivo, realmente peligroso y extremadamente dañino. Pero cuando estás en desesperación por escapar, creo que pierdes de vista, incluso tus miedos para conseguir lo que quieres. Por eso es que la depresión es tan peligrosa. Por ser silenciosa e impredecible. Llega un momento en que morir es todo lo que puedes pensar, ocupa toda tu mente; te envuelve y te dejas llevar, puede sonar raro, pero de alguna forma es como si te enamoraras de la idea de morir, se vuelve casi una obsesión romántica a la muerte. Tal vez eso es algo de lo que no se habla, como se vuelve en un sentimiento que te relaja, te da cierta paz el pensar que lo puedes dejar todo atrás y escapar de esta vida. Ese sentimiento de tranquilidad es lo que hace a la muerte tan llamativa a un suicida. Todo lo que queremos y buscamos es paz y es cierto que todos tenemos problemas y todos, tal vez, en algún momento, deseamos
morir, incluso en una depresión pasajera o un gran problema donde no encontramos la solución. Pero la mayoría puede salir de eso, no porque sean más fuertes, sino porque su cerebro funciona como debe ser y tarde o temprano te va a dar la serotonina que tanto necesitas, te dará fuerzas para salir y buscar opciones, arreglar tus problemas, o aceptar que no puedes cambiar tus circunstancias y simplemente aceptar lo que te ocurre o lo que sientes. Pero para los que no tenemos la misma suerte y ese momento de luz no llega y solo vemos el vacío, la muerte suena muy bien. Porque no hay rescate, no hay quien te ayude a sacar de tu cabeza esos pensamientos incontrolables e involuntarios; si tú no pides ayuda. Está solo en la persona que está enferma, tratar la enfermedad pidiendo ayuda, pero, desgraciadamente, en mi caso, yo ni siquiera sabía que era una enfermedad. Cómo pedir ayuda cuando ni siquiera imaginas que pueda tener explicación cómo te sientes. Ahora hay muchísima información y es más fácil. Pero hace 30 años yo ni siquiera veía televisión, era una niña rara, encerrada solo con música y libros. Volvimos a entrar al laboratorio y ya tenía mi plan; sabía que debía ser yo la que debía entrar a donde se guardaban todos los químicos y tomarlo sin que se dieran cuenta; sería algo sencillo, pues, ya sabía dónde estaba. Y ese día sabía que no lo necesitábamos más para esta clase, así que nadie se daría cuenta si hacía falta. Sentía que el corazón se me salía del pecho, pero lo hice, lo tomé rápido y como pude lo metí a mi mochila; estuve muy nerviosa el resto del día, era viernes y sabía que el lunes no regresaría a la escuela, esta era la definitiva. No había forma de que pudiera fallar con esto. Llegó el domingo y sabía que era el día; es intenso como vives y como ves todo a tu alrededor cuando crees que vas a morir. Todo tiene un significado mayor, cada palabra que te dicen la analizas y piensas, y te preguntas: “¿Si supiera que hoy es mi último día con vida me diría lo mismo? ¿me hablarían así? ¿se arrepentirán de no haberme dicho te quiero? ¿los abrazaré o será muy obvio?”. Son verdaderamente tristes e intensas todas las conversaciones internas de un suicida. Solo de recordarlas para escribir esto, vuelvo a vivir esos sentimientos. Mis padres salieron y me dejaron sola en la casa, ya era tarde, así que comencé a arreglar las cosas para la noche que era nuevamente mi hora escogida; solo que ahora ya no dormía sola, sino en la parte superior de una litera y mi hermano menor en la parte de abajo. Fui a la cocina por agua para diluir el veneno, pero, por obra de Dios, vi unos refrescos en la puerta del refrigerador y eso era verdaderamente raro en mi casa, pues, a mi madre no le gustaba tener nada de eso. Así que los vi y dije: “¡Genial! Así ni siquiera lo veré”, pues, el veneno era morado como metálico y no lo quería ver; casi podía sentir que me cortaría la garganta con los granos desiguales que
parecían pequeñas navajas, lo contemplé varias veces antes del día, quería saber cómo era y leí la etiqueta varias veces, a pesar de hacerlo y de darme miedo, no podía desistir de la decisión tomada, mi mente enferma solo quería descansar y, tal vez es casi incomprensible para alguien sano imaginar el cansancio, el dolor, la tristeza, como pesa el alma, como cuesta respirar, el trabajo sobrehumano que es aparentar estar bien, ser normal. Tomé el vaso, lo llené de coca cola y lo llevé a mi litera, le puse dos cucharadas grandes de veneno. De pronto comenzó a burbujear, después se hizo como una espuma negra y pesada, sólida, que seguía creciendo sin poder controlarlo; se salió del vaso manchó mi cama y se derramó por la litera. Estaba viviendo mi peor pesadilla y no lo podía creer. Solté el vaso, me bajé de la litera y fui corriendo por trapos para limpiar mientras no dejaba de insultarme por ser tan tonta. ¿Cómo pude cometer ese error? Yo sabía perfectamente que era reactivo, no lo puedo creer. ¿En qué momento se me atravesó ese refresco? No puede ser, no me puede estar pasando esto. Pasaron mil pensamientos por mi mente en un segundo. Me dije a mi misma: “Tengo dos opciones, o me quedo a afrontar todo lo que me espera o tomo lo que queda en el frasco y lo hago ya”. Pero había tanto que limpiar; no quería dejar todo ese desastre. El frasco decía que no podías tocarlo solo con tus manos por ser tan peligroso; lo tenía que limpiar rápido y si me quedaba tiempo, entonces, tal vez, lo podía intentar otra vez, pero esta vez con agua. Al mismo tiempo, tan solo de verlo, no podía creer que estuviera dispuesta a tomar eso. ¿Qué daño me haría? ¿Qué tanto dolería siendo una sustancia tan fea como la que acababa de ver? Llegó mi hermano mayor y no entendía lo que estaba pasando cuando vio el cuarto, comenzó a regañarme y me dijo: “Te van a regañar mis papás. ¿En qué estabas pensando?”. Trató de empezar a ayudar, pero le dije que no, que no lo tocara, que yo lo limpiaría sola. Fue un desastre, no podía limpiar, parecía que seguía saliendo espuma; mi hermano acabó por llevarse el vaso y tirarlo afuera, fue cuando llegaron mis papas y ya estaba terminando, pero no sabía que decir, no tenía opción ni escapatoria. El momento que tanto temía había llegado y sin más se los dije: “Me quiero morir y traté de envenenarme”. Inmediatamente comenzaron a bombardearme con preguntas y yo me sentía en un sueño, o pesadilla, mejor dicho, donde podía ver todo lo que estaba pasando desde otro punto como personajes y no podía parar de llorar. Creo que mi papá ofreció buscar una psicóloga y le dije que sí, que quería ayuda. Al final me abrazaron y dormimos juntos esa noche, creo que no me querían dejar sola. Hubo un momento en que mi padre dijo: “Va a llegar el momento en el que puedas recordar esto y te dará risa, todo quedará en un mal momento”, pero inmediatamente le dije que no, esto nunca me daría risa. Nunca podré recordar esto y estar tranquila. Cuando llegas a atentar contra tu vida de una forma tan
cruel; porque no me imagino lo doloroso que pudo haber llegado a ser, no hay forma de recordar y no llorar, no sentirme mal. Esto nunca fue un juego para mí, nunca jugué a matarme; yo en verdad deseaba morir y es horrible vivir con esos sentimientos, aunque cada vez están más lejos nunca están completamente extintos y siempre formarán parte de mí; de mi pasado y, tal vez, incluso de mi herencia. Por un tiempo las cosas en casa estuvieron bien, me hablaban sin gritar y me consintieron por un tiempo, pero no duró mucho. Si fui con una psicóloga unas dos veces, pero ella me dijo que no podía continuar conmigo, no recuerdo porque, tal vez me quería mandar con un psiquiatra para medicarme y mis padres no quisieron, porque ya no me buscaron más ayuda. Lo que sí hicieron fue irse a quejar con la directora de mi escuela por no tener cuidado con las cosas del laboratorio. Esto es otra cosa que en verdad lamento, pues, mi maestra de química faltó unos días a la escuela. Dijeron que, porque se sentía mal, pero no sé si fue eso o la suspendieron por mi culpa, lo que haya sido, igual lo siento mucho. Pero como mis padres me dijeron que la directora prometió no decir que alumna había sido, nunca le pedí disculpas, estaba muy avergonzada y no era algo de lo quería hablar, pero espero no haberle hecho daño de ninguna forma, ella era muy buena maestra y todo lo que hice fue mi decisión, no fue su culpa de ninguna forma. Otra cosa que la directora les dijo a mis padres es que había una epidemia de intentos de suicidio entre los alumnos; otra cosa de la que no me siento orgullosa de haber esparcido, pues, nunca ha sido mi intención que nadie se sienta así, es solo que en ese tiempo no podía evitar hablar de mis sentimientos con mis amigos, pero cuando iba a intentar algo nunca se los decía, solo tiempo después de mis intentos fallidos, es que les platicaba lo que había pasado. Y si supe que una de mis amigas se aventó por las escaleras, y que un amigo que tenía soplo en el corazón fue a correr a un parque, pero gracias a Dios ellos también fallaron. Se formó un ambiente suicida, tal vez, pero nadie puede hacer que alguien más atente contra su vida; al final es una decisión personal; lo que sí creo es que debemos reforzar la salud emocional y mental en las escuelas. Debería ser una materia obligatoria aprender a expresar nuestras emociones y descifrar nuestros sentimientos. Yo, por ejemplo, siempre estaba de malas en casa porque prefiero que me vean molesta a sentirme débil y mostrar que lo que tengo en verdad es tristeza. No debemos camuflar nuestros sentimientos ni avergonzarnos en ningún momento por lo que sentimos, más bien saber expresarlos para poder aceptar con amor el ser humanos. Porque eso es lo que somos, humanos que sienten, piensan, hablan y actúan. El problema es que no hay congruencia muchas veces entre estas cuatro.
Justo por la fecha de la muerte de Colosio, mis padres tuvieron una pelea; la verdad no era nada raro, pero me acuerdo perfecto por ser ese día tan importante. Además, fue una gran pelea, tanto que me enojé con mi padre y no le hablé por unos días. Una tarde estaba viendo la televisión, cuando salió una película de la gimnasta olímpica Nadia Comaneci y yo estaba tan impresionada con todo lo que ella podía hacer y con su historia que no quería despegarme del televisor. Mi padre se sentó a mi lado y comenzó a ver la película conmigo, después llegó mi mamá y mencionó que a mí siempre me había gustado ver la gimnasia. A mi padre se le ocurrió que, tal vez, pagando unas clases de gimnasia se me quitaría el enojo, así que me lo ofreció y yo acepté. Pocos días después fuimos a la Alberca Olímpica a las inscripciones de clases; no era la primera vez que yo tomaba clases ahí, pues, años atrás fui a clases de natación, donde, por cierto, en el primer día de clases te tienes que aventar y solo con un palo frente de ti tienes que empezar a nadar, flotar o lo que puedas, pero moverte con miedo o sin miedo, lo primero que te dicen es que si no te avientas tú solo el instructor detrás de ti con mucho gusto te aventara al agua sin ningún reparo, así es que no hay mucho tiempo de pensar, solo te avientas y haces tu mejor esfuerzo porque ves a tu alrededor que todos los demás lo hacen aunque tengan el mismo miedo que tú, y así fue como aprendí a nadar en esa gran institución. Claro que hay varios requisitos de isión, entre eso, y que se acercaban las vacaciones, tuve que esperar hasta que comenzaran las clases nuevamente. Fue realmente un sueño hecho realidad, aunque tuviera que esperar un poco más. Para empezar la Alberca Olímpica es enorme y hermosa, se llama así, pero en realidad tiene 20 disciplinas, entre ellas la gimnasia olímpica y rítmica. Para esta mi primera clase yo ya tenía 13 años. Muy pasada la edad competitiva; yo lo tenía claro, sabía que no haría nada especial con esto, pero estaba muy emocionada por el solo hecho de poder practicar y aprender. Lo que siempre me llamó más la atención eran las barras asimétricas. Cuando yo llegaba a mi clase apenas iban terminando las niñas que sí competían y para mí era un placer simplemente ver como entrenaban. No sé en qué momento, pero un día el entrenador de esas niñas se fijó en mí. Creo que fue un día que mi entrenador no llegó a dar la clase y él me dijo: “Vente conmigo, yo te entreno cuando él no venga”. Sabía que era una oportunidad enorme que no iba a desaprovechar. En verdad le echaba muchas ganas y él se daba cuenta de la pasión con la que quería aprender; de hecho, yo prefería que no fuera mi entrenador, pues, con él aprendía más. En una ocasión cuando llegué a la clase vi cámaras de televisión de un programa muy conocido; se llamaba ECO y salía muy tarde en la noche, pero estaban haciendo un reportaje breve de lo que hacíamos. Todas las niñas estaban muy entusiasmadas, pero sabíamos que solo iban a filmar a las que compiten. Así que por ratos solo
estábamos alrededor de ellas viendo lo que hacían, era un día diferente. De pronto una de las niñas acabó su rutina y el entrenador volteó a verme a mí y me dijo con una mueca y moviendo la cabeza: “Al frente”. Yo me quedé paralizada, no entendía lo que estaba pasando, mil cosas pasaron por mi mente: “Yo acabo de empezar, todavía no sé hacer nada grandioso, que tal que me equivoco, a lo mejor esa mueca no es para mí”, volteé a mi alrededor a ver quién más podría ser, pero no había nadie. Esta vez me señaló “sube” y yo con miedo de moverme, pero obedeciendo comencé a caminar al centro, frente a las barras asimétricas. En ese momento el camarógrafo bajó la cámara y comenzó a caminar alejándose. El entrenador se acercó muy molesto a mí y me dijo al oído: “Cuando tengas una oportunidad así no la desperdicies y no dudes”. Con pena y sonrojada le contesté: “No sé hacer nada, apenas voy comenzando”, pero él respondió: “Ya lo sé, pero también se enseñan básicos”. Solo bajé la cabeza avergonzada y asentí pidiendo disculpas. La verdad a él se le pasó el enojo muy rápido, pero para mí esa es una lección que nunca olvidé y a partir de ese día, trato de no dudar si depende solo de mí. Desgraciadamente, nunca pude despedirme ni agradecerle todo lo que hizo por mí y por todo lo que me enseñó. Pero dondequiera que esté, un millón de gracias y bendiciones. Siempre que lo recuerdo es con una gran sonrisa y agradecimiento en mi corazón, pues, esos 3 o 4 meses que entrené los llevo en mi corazón. Que lastima que hayan sido arrancados de mí, de la noche a la mañana, me hubiera encantado despedirme, agradecerle por su tiempo y dedicación a enseñarme a pesar de que él no ganaba por mí, pues, no estaba en su clase. Ese es amor a enseñar, servicio a la comunidad, ser un buen ser humano y marcar positivamente la historia de una niña que siempre le agradecerá en su corazón.
Tercer año
Estaba preparándome para el primer día del último año en mi escuela desde un día antes, pensé que sería padre pintarme las uñas de negro con blanco, así que fui a buscar el barniz y un día antes me las pinté con mucho cuidado y esmero. En cuanto entre al salón ese primer día, una prefecta que parecía odiarme, vio mis uñas y me hizo salir del salón para que me quitara el esmalte de uñas. No lo podía creer, tanto esmerarme para que esta señora amargada me castigara el primer día. Además, es ilógico que sin acetona me las despintara, yo la verdad no sé qué es lo que ella pretendía que hiciera, pero ni modo, el primer día de clases me la pasé unas horas castigada. Días después, la verdad no recuerdo porque, me volvió a castigar y me dejó parada en el asta de la bandera; que desperdicio de tiempo en los castigos, es tiempo que uno debería estar en clases y a mí, la verdad, siempre me gustaba aprender. Estaba escondiéndome del sol cuando vi que la directora estaba pasando detrás de mí y como ella también me conocía por nombre, no quería que me viera castigada en los primeros días de escuela y, mucho menos, que pudiera hablarles a mis padres. Por suerte la pude evitar; a veces ya sentía que una bola de nieve se me venía encima y que no podría escapar de tantos castigos acumulados. Días después mi papá me llevó tarde a la escuela después del doctor, y se me había olvidado que tenía un recordatorio que mis padres tenían que firmar. Yo me despedí de mi papá en cuanto entré, pero dijo: “No, mejor te llevo hasta adentro, sirve que pregunto cómo vas”, y por más que traté de que se fuera no pude. Entró conmigo a Orientación y la misma orientadora que me levantó cuando me caí, y que la verdad era muy buena onda, fue la que nos recibió. Cuando nos vio entrar me dijo: “¡Ah! Qué bueno que por fin trajiste a tu papá”. Yo me puse detrás de él y le pedí y supliqué a señas que por favor no le dijera nada, pero ya había comenzado a hablar, así que mi padre preguntó: “¿Por qué me estaban esperando?”. Ella me vio y se compadeció de mí, movió la cabeza y dijo: “Tuvimos un pequeño inconveniente con algunas compañeras, pero ya se arregló todo, no se preocupe”. No podía creer que la orientadora me había perdonado; pues, no solo era ese reporte, ya tenía varios acumulados que podrían ameritar una suspensión y ya no quería más problemas; pues, a pesar de que en casa todo estaba casi como antes, me seguía sintiendo muy deprimida y cualquier regaño, me afectaba un poco más, a veces no podía creer que mis padres trataron de
hacer como si no hubiera pasado nada, tal vez pensando que era lo mejor, pero lo que yo sentía era que en verdad no les preocupaba mucho lo que pasara conmigo y aunque en el fondo sabía que eso no era cierto, era difícil no pensarlo cuando todo volvió a ser como antes y pensaba que ellos en el fondo sí estaban convencidos de que solo fue un berrinche, y no sabían el esfuerzo sobrehumano que yo hacía para tratar de llevar la vida que ellos creían, además no sabía cuánto tiempo más podría estar sin volverlo a intentar. Pero la vida da muchas vueltas y no sabía lo que me esperaba; dentro de tan solo unas semanas mi vida cambiaría para siempre, dándome el golpe más fuerte que recibiría en mi adolescencia, teniendo que dejar todo atrás y tragándome todo mi dolor sin poder hacer nada al respecto; si en este momento me sentía deprimida, todavía no sabía lo que era solo respirar para no causar más problemas. Era ya un sábado de noviembre cuando mi amiga Dulce me invitó a la alberca de la UNAM; ella no sabía nadar y yo me ofrecí a enseñarle. Quien haya visitado Ciudad Universitaria sabe que es enorme, la verdad es un orgullo todo lo que hay en esa ciudad, desde su propia ruta de transporte hasta tener su propio estadio de fútbol. También hay museos, teatros, gimnasios, parques, su propia tienda de productos exclusivos hechos en la UNAM y, por supuesto, la universidad. Era uno de nuestros lugares favoritos para irnos de pinta. También las albercas en Coyoacán, ahí les gané una apuesta a los niños para ver quién nadaba más rápido, siendo la única niña. También llegamos a ir a Chapultepec, recuerdo que tuvimos que tomar el metro, en un cambio de estación la mitad de los que íbamos no alcanzaron a bajar por estar tan lleno y mi amiga Vanesa perdió un zapato, por suerte el grupo que se quedó lo recogió y se lo llevó de regreso. Pero volviendo a ese sábado; nos divertimos, aunque ya casi nos ahogamos por confiarnos. Fuimos de regreso a casa y en cuanto entramos al patio el ambiente se sentía muy pesado, la mamá de Dulce salió y le dijo que entrara a su casa, fue algo muy raro, pero yo seguí caminando a mi puerta, todo estaba en silencio. Mi hermano me recibió y me dijo: “Atacaron a mamá”. Yo no tenía idea de lo que estaba pasando, pero sí supe que meses atrás mi papá, junto con otros vecinos, habían denunciado a los vecinos de enfrente por desperdiciar muchísima agua. Mi papá era el único que tenía una cámara para filmar, así que filmó y lo llevó de prueba a la delegación. Y por ser video de mi papá, estos vecinos se fueron en su contra, yo no lo sabía, pero por meses lo amenazaron de muerte a él y a toda la familia. Ese era el porqué me tenían tan vigilada y yo no lo sabía. Recuerdo que una noche se me antojó algo de la tienda y salí a comprarlo, cuando mi padre me vio regresar de la calle se enojó muchísimo y me aventó una almohada reclamando, yo pensé que se estaba volviendo loco, nunca antes había
reaccionado así, pero cuando mi hermano me dijo lo que había pasado lo entendí todo. Que tan preocupado había estado para ir por mí casi todos los días a la escuela y no querer que saliera ni a la esquina. No sabía qué pensar, pero era de dar miedo el saber esta nueva información. Estábamos muy enojados y preocupados por lo que pudiera ocurrir. Mis papás fueron a levantar una nueva demanda ahora por agresión, pero fue muy poco lo que se pudo hacer; las leyes están muy mal, solo te ayudan si estás al borde de la muerte, pero si no, tienes que esperar a que eso, desgraciadamente, ocurra para recibir atención y aun así no siempre es buena. Cuando llegaron mis papás pude ver que mi mamá estaba bien, con algunos rasguños, pero bien, se veían agotados y solo me preguntaba qué pasaría, no quería pensarlo, pero ya lo sospechaba. Fueron días tristes, pero lo peor llegó el lunes, cuando me levanté para ir a la escuela traté de no hacer ruido, pero mi papá me escuchó y me dijo: “¡Duérmete! No vas a ir a la escuela”. Lo que tanto temía se estaba convirtiendo en realidad; sabía que dejaríamos la ciudad. Más tarde, cuando por fin se levantaron, le pregunté a mi papá porque no me dejó ir y solo dijo: “Nos vamos a vivir a Cuernavaca”. Mi corazón se me salió del pecho; era lo peor que me podían decir, pero sabía que mis padres en verdad estaban pasando por tantas cosas que no podía decir nada, no quería ser un problema más, ya era demasiado para ellos. Solo le pedí que me dejara despedir de mis compañeros y dijo: “¡Apúrate! Que ya voy por tus papeles a la escuela, mañana mismo buscamos escuela en Cuerna”. Creo que en ese momento fue como si mi cuerpo actuara en automático por varios meses, como si mi alma se hubiera muerto y mi espíritu hubiera abandonado mi ser, así de vacía me sentía. Solo respiraba para no ocasionar más problemas, pero en verdad estaba muerta por dentro. Llegando a la escuela mi padre se fue a la dirección a pedir mi baja y yo a mi salón. Toqué la puerta y pedí a la maestra que me diera permiso de entrar, ella me vio y me preguntó que donde estaba mi uniforme, me acerqué a explicarle, pero al mismo tiempo entró una orientadora, no recuerdo quién, pues, no puse atención, solo dijo en voz alta: “La alumna viene a despedirse de su clase”. Todos se quedaron en silencio y escuché algunos pequeños gritos de tristeza; todo el salón se paralizó y se sentía una gran tristeza, ya no era una amenaza, era algo real, estaba ahí solo para decir adiós; yo pensaba que me dejarían despedir a solas, pero no fue así, la maestra no se salió y solo estaba esperando a que yo hablara, así que no tuve más remedio que decir: “Vine a despedirme”, con la voz entrecortada y viendo a todos y a nadie en particular para no llorar más, pero fue inútil no podía contener las lágrimas y cuando levanté la vista, vi a mis amigas
llorando, la cara de José era de asombro, tristeza y enojo por no haberle dicho antes. Algunos comenzaron a pararse y acercarse, pero la maestra les dijo que no se pararan; entonces una compañera se paró y gritó: “Todos a las 4 en la casa de Olivia”. Les dije que si estaba bien y me fui sin poder decir más; salí llorando del salón, vi a mi padre y nos fuimos a casa. En el camino le dije que irían mis compañeros a despedirme en la tarde y la verdad no imaginaba que irían tantos a mi casa y más aún que me llevaran algunos detalles para recordarlos. Era un detalle que no me imaginaba. Mi mejor amiga Marisela me dio una cadenita de oro que su mamá le acababa de dar y yo sabía que ellos económicamente estaban muy apretados, yo no quería recibirla por eso mismo, pero ella insistió y es una de las pocas cosas que hasta el día de hoy conservo con mucho cariño. Casi todos conforme iban llegando me preguntaban qué había pasado, porque tan de pronto me tenía que ir, que si no tenía algún familiar con quien quedarme para terminar la escuela, alguien por ahí me ofreció su casa, en fin, platiqué con todos y les agradecí desde lo más hondo de mi corazón el haberme demostrado tanta amistad y compañerismo. José, en particular, me preguntó por qué no le llamé para decirle lo que estaba pasando; me dijo que cuando me fui de la escuela en la mañana de ese día todos se acercaron a preguntarle qué había pasado y él no sabía qué decir. Pero yo tampoco, no quería pensar que eso sería lo que pasaría hasta que llegó el momento en que mi padre me lo confirmó esa misma mañana, todo fue tan exageradamente rápido; y muy fuera de mi control, jamás pensé dejar a mis amigos y pensar en que posiblemente no los vería más; cuando estaba de buenas y me sentía bien yo imaginaba mi vida siempre en esa casa; salir de blanco de mi casa para casarme por la iglesia y después hacer mi vida, pero nunca imaginé no vivir ahí. Sin embargo, la vida cambia en un segundo y solo hay que seguir adelante como se pueda. Lo único que siempre ha sido constante en mi vida es el cambio. Al otro día, temprano, llegamos a Cuernavaca; primero con mis tíos solo una noche en lo que mis padres arreglaban la mudanza a un terreno que teníamos en Cuernavaca; donde literal era solo un terreno con un cuarto enorme, una cocina y el baño, pero nada más. No sabía cómo nos acomodaríamos ahí, pero lo logramos de alguna forma, recuerdo que la primera noche mi hermano mayor amaneció con un gusano a su costado, mis papás con hormigas y yo con una araña. Estaba todo fatal, pero el mismo miércoles mi padre nos llevó a ver varias escuelas a mi hermano menor y a mí. Vimos varias, incluido una escuela internado para mí y una escuela privada muy pequeña donde podíamos ir los dos mi hermanito y yo. En realidad, nada me gustaba, pero de todas formas tenía que escoger. Yo les dije que quería ir al internado como primera opción, ellos se
negaron entonces dije que la segunda opción sería la escuela privada; mis padres se quedaron hablando y al otro día en la mañana mi papá fue a la escuela a hablar con la directora. Lo hicieron pasar a la dirección en lo que llegaba la directora, mientras él estaba esperando sonó el teléfono y por aras del destino contestó la contestadora en lugar de la secretaria, así que mi padre pudo escuchar el mensaje que era un aviso de que estaban a punto de embargar la escuela por falta de pago. Fue un golpe de suerte que mi padre no dejaría pasar, pues, en cuanto llegó la directora y comenzaron a hablar de las mensualidades mi papá fue claro y le dijo que había escuchado el mensaje del banco y sabía la situación de la escuela. Aclaró que no era su intención aprovecharse, solo que él no podía pagar las dos colegiaturas en ese momento; al mismo tiempo era muy difícil que la escuela consiguiera otra entrada de ingresos cada mes a esas alturas; así que era algo que podía ser beneficioso para todos, puesto que nosotros no solo no seríamos gasto sino ganancia para la escuela en esos momentos de tanta necesidad, pues, la escuela estaba verdaderamente mal. La directora aceptó después de que mi padre le hiciera notar esos puntos y es algo que me supongo, más tarde, agradeció haber hecho. Me imagino que una de las razones por las que la escuela estaba en ese problema era, precisamente, por la falta de estudiantes, ya que en mi salón yo resulté ser la quinta estudiante que era todo el tercer grado de secundaria. De segundo y primer grado era más o menos igual, alrededor de cinco a seis estudiantes; esa era toda la secundaria, lo cual fue otro gran golpe al descubrir que solo éramos nosotros. Al otro día nos presentamos a primera hora en la escuela y yo sentía un gran hueco en el estómago, era un sentimiento muy familiar, pues, no era la primera vez que pasaba por un cambio de escuela tan abrupto ya avanzado el ciclo escolar; de hecho cuando, por primera vez entre a la primaria, me aceptaron en el turno de la tarde por ser un año menor que todos mis compañeros y mi madre insistió tanto que por fin me cambiaron al turno matutino, donde no conocía a nadie; en el turno vespertino apenas estaba comenzando a hacer amigos y tuve que comenzar de cero siendo yo una niña tan callada e introvertida, de hecho con baja autoestima. Cuando estaba en segundo de primaria, o sea, el año siguiente, fue cuando nos cambiamos de Tecamachalco a Santo Domingo Coyoacán, es casi dos horas de camino y verdaderamente otro mundo, ese fue mi segundo cambio, pero fue un cambio mayor y yo sabía que era para bien, pero no dejó de ser difícil, todavía recuerdo a mis compañeritos saliendo todos corriendo con sus batitas de kinder a despedirme en el patio, después de que ya me había despedido en el salón. Tal vez por eso, en el fondo, esperaba que mi maestra me diera la oportunidad de despedirme bien dos días antes, tan solo dos días habían pasado y yo todavía no lo podía creer me sentía encerrada en una pesadilla de esas en que por más que
buscas la salida no la puedes encontrar. Pero tenía que seguir, estos fueron los días en que más desee haber muerto, hubiera querido volver el tiempo atrás y morir en ese último intento para no tener que vivir la separación de mis amigos y mi casa, todo lo que era mío. ¿Por qué tenía que volver a empezar? ¿Por qué me pasaban estas cosas? Era un cuestionamiento incansable, era verdaderamente un suplicio tener que vivir, en verdad no quería. Pero sabía que para mis padres tampoco era fácil dejar una casa bonita y con todas las comodidades para acomodarse así de pronto; no debió haber sido fácil para ellos. Mi papá nos contó un sueño que tuvo en el que él estaba en un edificio muy alto y de pronto se caía del último piso, mientras iba cayendo iba pensando: “Lo perdí todo por un error”, y cuando pasó todo esto él pensaba en ese sueño y como no dejaría perder todo por un error; lo económico se recupera, pero nuestras vidas o su libertad, si hubiera actuado como tal vez él hubiera querido; mi historia no sería esta, sería muy diferente, yo pensaba en lo que nos contó mi padre, en su sueño, en lo que debía sentir él al no actuar como hubiera querido para defender a mi madre y era lo único que pensaba para seguir viviendo o mejor dicho respirando y fingiendo vivir, simplemente no podía dar más problemas. Volviendo a ese primer día, lo que recuerdo es sentarme en una de las sillas y ver solo cuatro compañeros más, ni siquiera recuerdo si saludé o no, más bien todos esos meses fui como un zombie; pero por fin la maestra comenzó la clase y yo pregunté: “¿No vamos a esperar a los demás? A lo que uno de los niños le dijo al otro burlándose: “¡Oye tú! ¿Cuáles más?”. La maestra respondió entonces: “Estamos completos”. No había más estudiantes, yo en verdad no lo podía creer no solo era un cambio de ciudad y escuela sino que, de venir de una escuela de miles de estudiantes, ahora el total en mi salón se podía contar con los dedos de una mano, increíble, me sentía peor, no creía que podría ser amiga de ninguno de estos niños ricos pretenciosos. Después fue la hora del receso, bajamos al patio, pero justo bajando estaba la tiendita, así que fue inevitable ver que una de mis compañeras pidió cinco frutsis, yo pensé en ese momento que había pedido uno para cada uno de nosotros en el salón o, quizá, solo para las cinco mujeres que éramos el total de secundaria; yo pensaba comprar algo de tomar, pero decidí esperar después de ver la generosidad de mi compañera. Fuimos al patio y los otros compañeros de secundaria se me acercaban y preguntaban mi nombre, pero yo no tenía buena cara ni ganas de estar ahí, era muy evidente, así que no hablaba mucho, cuando volteé a ver a mi compañera ya se había terminado los cinco frutsis ella sola y yo no lo podía creer, nunca había visto a nadie tomar algo tan rápido, en mi escuela anterior muchos no podían ni comprar uno así que todo era nuevo para mí. Se acercaba mi cumpleaños que siempre fue un día sin
importancia para mí, pero esta vez era diferente, pues, mis amigos de México dijeron que irían a visitarme y yo estaba feliz, sabía que era un esfuerzo muy grande y en verdad lo valoraba y esperaba con mucho gusto; por alguna razón que no recuerdo se lo dije a mi padre y me dijo que les dijera que no se preocuparan por el transporte que él iría por ellos a México, yo estaba tan entusiasmada; unos días antes de la fecha le pregunté a mi padre donde los recogerá para que se pusieran de acuerdo y él no tuviera que esperar, de muy mal humor me dijo que lo olvidara que los planes habían cambiado y ya no podría ir por ellos. Mi corazón se rompió, no lo podía creer, como me pudo hacer esto si sabía que tomar un camión representaba dinero que ellos, ya no serían capaz de conseguir por ser tan pronto y yo me quedaría sin verlos, estaba verdaderamente destrozada y más deprimida aún, antes, por lo menos, tenía la esperanza de verlos y mostrarles mi nueva forma de vida, compartir con ellos un rato me hacía tan feliz por todo lo que representaba el sacrificio que sabía ellos tendrían que hacer para ahorrar e irme a visitar y ahora todo estaba perdido, hubiera querido dormir y no despertar jamás, pero no fue así, desperté al día siguiente, en mi cumpleaños y los días que siguieron. En la escuela, mi hermano menor salía al recreo a diferentes horas por ser primaria, aunque compartimos la escuela, los horarios eran diferentes así que en realidad no lo veía. Fue increíblemente difícil esa época, yo solo sé que pasó el tiempo, ni siquiera hacía el intento de hablar con alguien, solo existía. Las maestras se daban cuenta y trataban de hacerme participar, hacían dinámicas de grupo, incluso una de ellas nos pidió dibujar nuestras casas, creo que solo para saber un poco más de mí; cuando vio mi dibujo dijo que era una casa muy bonita y grande, tal vez esperaba ver una casa más sencilla o más grande, no sé; yo colaboraba y hacía mi trabajo, pero nada más. Recuerdo que una vez la maestra hizo una pregunta y yo no podía creer que nadie contestara siendo una respuesta tan fácil, así que contesté y uno de mis compañeros dijo: “Mira si habla, respira, no está muerta”; pero yo sí me sentía muerta y por fin supe que alguien más se daba cuenta, aunque no haría ninguna diferencia, me sentí bien de saber que alguien notaba mi dolor; porque el no hablar con nadie no era por ser payasa, si no era por no tener interés de nada; la maestra le pidió que guardara silencio y yo ni siquiera me moví. Ya estaba conociendo un poco la dinámica de esta escuela y se les permitía mucho más que en una escuela pública, incluso a veces no ponían atención o platicaban de otras cosas en clase sin que la maestra los regañara. Hablaban de sus vacaciones, sus sirvientas, sus carros, su ropa, en fin, el típico lenguaje frívolo de niños que no tienen de qué preocuparse porque todo se les da a manos llenas, mientras yo sabía que había dejado atrás amistades que no
comían carne a menos que fuera una ocasión muy especial o pudiera comprarla y aun así, cuando yo les visité en esos días me ofrecían sin pensar que no sabían cuándo volverían a comer carne otra vez, era un contraste enorme y me caían peor mis nuevos compañeros por ser así. Ocasionalmente íbamos a la casa de México a recolectar rentas y saludar familia, recuerdo que una de esas ocasiones mi papá salió en la noche a la tienda y cuando regresó se escuchó como un tumulto de gente, de pronto todos corrían, mi prima me vio con una cara de susto y solo dijo: “Tu papá”; vi por encima de su hombro a mi papá que venía subiendo las escaleras agitado, desencajado, agarrando su mano con un dedo ensangrentado; mi mamá se alteró y comenzó a hacer mil preguntas descontrolada, yo la vi a los ojos y le dije: “¡Cálmate!”, en ese momento reaccionó y atendió a mi papá; mi tío lo llevó al hospital, ya que se dislocó los dos hombros al caer hacia atrás cuando unos hombres, conocidos de los vecinos que agredieron a mi mamá, lo agredieron a él también. Fue una escena horrible, recuerdo que cuando mi papá salió del hospital, mi tío nos llevó a Cuernavaca y mi padre se veía muy mal, entre el dolor físico y emocional todos nos sentíamos destrozados, preocupados, incluso acabados. Pero, poco a poco, mi papá se fue recuperando y aprendí muchas cosas buenas de esos malos tiempos a pesar de todo. Por ejemplo, en cuanto pudo comenzó a sentirse bien, llenó un saco de arena, lo colgó a un árbol y él solo comenzó a hacer ejercicio, no se dio por vencido. Mejoró su actitud en cuanto el dolor fue pasando y por las tardes salimos a caminar; la verdad vivíamos a solo unas calles del Tecnológico de Monterrey, así que la vista era hermosa, a unas cuadras, en dirección contraria al Tec, hay una iglesia hermosa, prácticamente al aire libre en la cima de un cerro, antes de llegar a la iglesia hay un convento donde las monjas cocinan delicioso y llevaban a vender su comida y postres después de misa. Hay otro cerro al lado que tiene casas hermosas y nos gustaba mucho ir a caminar por ahí, recuerdo que una vez nos visitó mi abuelita Adela que es muy ocurrente y me dijo que estaba coleccionando las cositas que abren las latas de refresco porque las estaban canjeando por una silla de ruedas, así que una vez que fuimos a caminar comencé a recogerlas sin decir nada de esto, solo iba platicando con mi papá de otras cosas, pero cuando llegamos al convento de regreso, miré mi mano que ya estaba casi llena de estas cositas y las solté por desánimo de lo poco que era; mi padre iba adelante, pero escuchó el sonido, volteó a verme y me preguntó: “¿Qué haces? Sin que te des cuenta, el tiempo pasa igual, pero cosas pequeñas van haciendo la diferencia, además no voy a dejar que empieces algo y no lo termines”. Esas palabras en ese momento me enseñaron tanto, y las llevo en mi mente siempre; uno no puede rendirse porque no vea cambios inmediatos,
las cosas llevan tiempo y no debemos empezar algo para dejarlo en cuanto se pone difícil; sus palabras se me quedaron grabadas mientras me hacía recoger cada una de las cositas que tiré. Yo le contesté: “Es muy difícil, ya me cansé”, él me dijo inmediatamente: “¡Levántalas! No te des por vencida, al contrario, este tiempo de todas formas ya pasó y lo poco que juntaste se acumulará poco a poco”. Estos son los momentos que nos van definiendo como personas y tengo la suerte de haber tenido un padre tan bueno, tan visionario y que siempre me animaba a ser mejor, a no rendirme con sus dichos que desde chiquita me decía, como: “Tú no digas miedo hasta que no estés en la boca del león”, o “tú aviéntate y después ves si el paracaídas abre”, y de esas muchas más muy graciosas y locas como él, que me animan a seguir y no rendirme, tampoco a pensar demasiado las cosas, él nunca ha vivido pensando lo que hará, él casi siempre es, lo estoy haciendo o ya lo hice y me da mucho orgullo ser su hija y aprender tanto de él, la verdad siempre ha sido mi héroe, desde chiquita. Por eso también entendí que no podía reclamarle lo de mis amigos en mi cumpleaños; no sabía cuál era el motivo, pero como estaban las cosas no era difícil suponer que era algo importante. Desgraciadamente, regresar a México solo alargaba mi sufrimiento, pues, por unas horas podía ver a mis amistades y aunque también hablaba por teléfono con los que tenían teléfono, sentía que la conexión fuerte que hubo en su momento, se estaba muriendo, hasta que un día simplemente decidí soltar porque me di cuenta de que era difícil para mis amigas también verme y tratar de seguir como antes, pero ya éramos mundos aparte, era muy triste ver cómo todo estaba cambiando y sentía que ellas también, de alguna forma, protegían su corazón para no sentir dolor cada vez que me iba, así que todo al final siempre acaba y dejé de buscarlos para no lastimarme más, pero nunca los olvidaré, todos esos momentos que pasamos juntos es por lo que vale la pena vivir, para mí eso es el significado de vivir, pues, hice lo que quise aunque me traía problemas y regaños en casa. Pero como dice el dicho: “Lo bailado nadie me lo quita”. Así también tenía que seguir mi vida y en esta nueva escuela tendría que aprender inglés, ya que era bilingüe; cuando me estaban entrevistando para ver mi nivel de inglés, la maestra me preguntó si podía hacer una oración, yo por el libro de Tus zonas erróneas, le contesté: “Si me deja ver mis notas si puedo”, volteó a verme y me dijo: “No está bien, te quedas aquí”. La verdad me sentí humillada, pues, todo el salón, que eran como ocho o nueve, escucharon y uno que otro se rio, en ese momento me sentí tan avergonzada porque yo siempre dije que odiaba esa materia y que no tenía por qué hablar otro idioma si yo vivía
en México, no lo necesitaba, siempre estuve en contra de aprender inglés, pero ese día me sentí tan mal que dije nunca más, nunca vuelvo a pasar por esto, tengo que aprender y estos niños van a ver que les voy a ganar. Puse todo mi empeño en aprender lo más rápido posible, todos los días teníamos que escribir en el cuaderno de inglés lo que hacíamos saliendo de clases y la maestra todos los días lo revisaba. Poco después de llegar a vivir a Cuernavaca a mi mamá le ofrecieron ir a Israel con sueldo para acompañar a una pareja de abuelitos que ella conocía y, después de negociar con mi papá, ella aceptó para tener dinero extra y hacer mejoras a esta nueva casa que ya mi padre había incorporado rápidamente la sala y comedor. Se puede decir que mi padre fue uno de los primeros padres en ser el que se quedará en casa con los hijos en lo que mi mamá estaba fuera; el problema era que él nunca había cocinado nada y ese fue el primer problema con mi hermano menor que se negó a comer su primer platillo como cocinero. Mi papá se preocupó mucho que no fuéramos a comer y entonces comenzó nuestra nueva rutina que incluía en mi diario de inglés, que decía que todos los días saliendo de la escuela íbamos a comer a un restaurante diferente cada día; todos los maestros en la pequeña escuela se comunicaban todo, pues, era una familia de estadounidenses radicados en México que trabajaban como maestros de inglés; dos hermanos en sus veinte, una hermana mayor que ellos, pero joven también y la madre, todos juntos trabajando en el mismo lugar. Se corrió rápido la voz de que todos los días salimos a comer y asumieron que nosotros en verdad teníamos mucho dinero, lo cual para mí fue muy gracioso, pero nunca lo negué ni acepté, simplemente dejé que pensaran lo que quisieran, además por el rumbo que vivíamos era fácil suponerlo. Me costó trabajo, pero debo decir que fueron amables y buena onda conmigo mis compañeros, el cambio fue lento, pero comenzaron a invitarme a sus casas, a conocerlos mejor y yo aceptaba por curiosidad, conocí sus casas, familias, incluso una de ellas me invitó al club social de la zona y fue divertido conforme fue pasando el tiempo, recuerdo que fue cuando salió la película del Rey león en VHS, lo veíamos muy seguido. Uno de esos días que había una junta de padres de familia con todos los maestros, nosotros estábamos viendo el Rey león, por supuesto, siempre en inglés, cuando uno de los maestros subió y me dijo superemocionado: “¡No inventes Olivia! Parote que le acaba de hacer tu papá a la directora!”. Mis compañeros se me acercaron y le preguntaron al maestro antes que yo pudiera contestar ¿por qué?, él contestó sin poder borrar la sonrisa de su rostro: “La escuela está en bancarrota y cierra hoy”. Todos se
sorprendieron demasiado y comenzaron a decir mil cosas al mismo tiempo, yo ya lo sospechaba, pero también me preguntaba qué pasaría con nosotros ahora, él prosiguió a decir: “¡Pues, todos los padres de ustedes reaccionaron igual a reclamar y gritarle a la maestra, se quejaron de que las colegiaturas son muy altas para que esto pase y fue entonces cuando tu papá, Olivia, se levantó alzó las manos y pidió silencio para poder hablar, después de poner orden dijo: ‘El por qué ya no importa, lo que tenemos que hacer es enfocarnos en qué podemos hacer para que nuestros hijos no pierdan clases. Tenemos que conseguir donde pueden empezar la escuela el lunes mismo —ya que ese día era viernes, sin perder tiempo preguntó—: ¿Alguien tiene una idea, una casa disponible o un terreno?”’. Entonces creo que el enfoque se volvió a quien puede demostrar que tiene más dinero e influencias y las ideas comenzaron a surgir inmediatamente, fue así como no perdimos un solo día y nos movimos a una casa que alguien ofreció, con alberca, así que ahora también habían clases de natación. Pero volviendo a lo que mi maestro nos estaba platicando cuando acabó de contarnos me dijo: “La directora le debe a tu papá la vida, es más, ya no les debe cobrar colegiatura”; yo solo reí, él se despidió, pues, debía bajar a la junta, no sin antes decir: “Quién te viera, hace unos meses no hablabas con nadie y ahora hasta defensora de la escuela”. Ese fue otro de los días en que me sentí muy orgullosa de mi padre. Y quedó comprobado que cuando actúas movido por un buen impulso y dispuesto a avanzar, las cosas siempre pueden mejorar, aunque en el momento se vea difícil. Definitivamente fue un parteaguas en esta escuela y me acercó a todos mis compañeros, empecé a sentirme parte de ellos, aunque nunca dejé de extrañar lo que había dejado. El lunes ya estábamos de vuelta a clases en otra casa, tenía un patio muy grande donde ahora podíamos practicar para una convocatoria de porristas entre escuelas y la verdad no sé por qué competimos si éramos tan pocos, pero ahí pude demostrar lo poco que aprendí en gimnasia, solo otra compañera y yo entrábamos dando vueltas de carro y terminamos haciendo splits. Ni siquiera recuerdo en qué lugar quedamos, pero fue divertido; cuando íbamos de regreso a la escuela íbamos jugando y haciendo vueltas de carro en plena calle, fue realmente muy divertido. También ahí llegó una convocatoria de escritura abierta para adolescentes, tal vez fue ahí donde se reforzaron mis ganas de contar mi historia, así que comencé a escribirla en mi viejo cuaderno de poesías tristes. Un día dejé mi cuaderno encima de mi banca, una compañera de segundo lo abrió y comenzó a leer, mientras seguía leyendo salían lágrimas de sus ojos y fue entonces cuando me acerqué a ella para ver que tenía, ella me vio, me abrazó y siguió llorando mientras me decía que lo que había escrito era muy triste. Eso llamó la atención de mis compañeros y no pude
recuperar mi cuaderno para terminar lo que quería enviar a la convocatoria de escritura, pues, cuando uno terminaba el próximo lo agarraba para leer sin soltarlo hasta que se lo diera a alguien más que estaba esperando su turno para leer; me gané un apodo como escritora, pero no logré entregar mi escrito a la convocatoria; lo que si se es que a todos les gustó lo que escribí y entendieron un poco más por qué me costó tanto adaptarme, pero al final terminé siendo amiga de casi todos mis compañeros de secundaria y puedo decir, con honestidad, que disfrute mi tiempo ahí por el hecho de vivir de una forma tan diferente con personas que, de otro modo, jamás hubiera conocido; también tuve la oportunidad de ir de campamento aunque en realidad fue glamping y fue una experiencia única en una hacienda en puebla; algunas maestras me dijeron que estaban orgullosas del cambio que había hecho, no solo en mí, sino con mi grupo. Recuerdo que se llegó el día de las madres y en el convivio una de las mamás de mis amigas le dijo a ella que ese día podría ser muy triste para mí, ya que mi mamá no estaba ahí, yo le dije que en realidad no, porque no éramos muy cercanas en esos tiempos y era verdad, además la verdad mi papá hizo un muy buen trabajo, tanto que cuando mi mamá llegó dijo que nos veía más gorditos. Yo no sé qué tanto influyeron sus palabras, pero, definitivamente, nos puso a comer de una forma mucho más sana como siempre. Y aunque agradezco enormemente su disciplina en todo, aprendí a ser muy exigente y criticona de mi físico. Estaba por terminar ya el año escolar y estábamos visitando preparatorias para seguir estudiando. Tuve la oportunidad de visitar escuelas como el CUAM, entre algunas otras y me impactó su nivel competitivo de porristas, hay muy buenas escuelas en México, pero mis papás no sabían qué es lo que haríamos el año siguiente, ni donde viviríamos, pues, la verdad yo no dejaba de quejarme por vivir ahí con tanto calor y por siempre seguir queriendo regresar a México; además, una noche desperté gritando porque tuve la pesadilla de que alguien se metía a robar a la casa y no era la primera vez; eran muchas cosas y no sabíamos cuánto tiempo estaríamos ahí, mi madrina que vivía en California sugirió que fuéramos a vivir con ella unos años en lo que podíamos regresar a México, así que esa era una opción también; pero mientras mi mamá no regresará de Israel no podíamos tomar una decisión; mientras tanto, en la escuela estábamos preparándonos para la ceremonia de graduación que se llevó a cabo en casa de campo, muy pequeña, pero bonita. Y así concluyó mi secundaria, la tristeza que de por sí llevaba conmigo, por no estar con mis amigos se acabó ahí, pues sabía
que era el final para todos, tanto en México como en mi nueva escuela. Como lo dije antes, todo siempre tiene un final; y uno siempre debe aprender y valorar lo que sea que esté viviendo día a día, eso es algo que aprendí desde muy chica; tal vez resultado de mis pláticas con Dios. Si con el tiempo se me hizo más fácil la vida en Cuernavaca, fue gracias a las amistades que pude construir en mi tiempo ahí, también sabía que debía aprovechar académicamente, ya que era una escuela cara; y por último uno de los maestros de inglés fue mi novio; obviamente los sentimientos positivos que trae una relación nueva, con la emoción de que era algo prohibido se convirtió en ilusión todos los días al levantarme y por eso fue que pude abrir mi mente a la posibilidad de divertirme y, finalmente, acabar por adaptarme a mi nueva realidad.
Cambios
Después de que llegó mi mamá de Israel decidimos quedarnos un año más en Cuernavaca, bueno en realidad no sabía que sería solo un año más; me inscribieron para comenzar la prepa en la Universidad Fray Lucca Pacioli por ser la que me agradó más en cuestión de vibra; además de interesarme en la carrera de istración de Empresas Turísticas. El primer día de escuela uno de los maestros dijo: “Volteen a su alrededor y véanse bien porque al tercer año solo estará la tercera parte de ustedes”; desgraciadamente, desde ese día yo sabía que tal vez yo sería una de las que no acabarían y eso no me gustó nada, pues, había aprendido que siempre hay que terminar lo que se empieza y la escuela siempre fue muy importante para mí, pero no estaba en mis manos. Aprendí muchas lecciones importantes no solo de materias, sino de la vida en general; recuerdo que los primeros días yo era la cerebrito del salón, hasta que unos días después llegaron dos compañeras nuevas que ocuparon ese lugar rápidamente; el maestro de matemáticas me dijo unos meses después que yo podría estar al nivel de ellas si no fuera floja, y tenía razón, pues, yo no estudiaba, solo ponía atención en clases y ya, ellas se la pasaban estudiando e investigando más, tanto así que siempre les quedaban a deber puntos los maestros. En una ocasión un maestro pidió un trabajo muy grande y complicado que requería de mucha investigación que nadie quería hacer, así que unas compañeras se me acercaron a pedir que le dijera al maestro que por favor nos cambiara el trabajo, yo me acerqué y le dije que ya habíamos buscado, pero no había la suficiente información, a lo que el maestro me respondió: “El que busca encuentra”. Yo no dije más, pues, entendí perfecto que tenía que ponerme a trabajar en serio en lugar de buscar la salida fácil, mi compañera que estaba a mi lado me preguntó: “¿Por qué no insististe?”. Y yo solo le contesté: “¿Qué no oíste? ¡Ponte a trabajar!”; pero la respuesta del maestro ese día es una que recuerdo siempre cuando me quiero dar por vencida fácilmente y sigo buscando y persistiendo. También recuerdo que el último examen de matemáticas fue supercomplicado por unas fórmulas que yo decidí no aprender (pues, yo sabía que no volvería el año siguiente), el maestro puso los problemas en el pizarrón, después de diez minutos salió del salón sin decir nada; nosotros no sabíamos qué hacer, pero solo acordamos que el último ejercicio lo resolvieran en el pizarrón las niñas para copiarlo todos, pero era lo único, lo demás lo resolvería cada quien. Hasta la fecha me pregunto cuál habrá sido la
intención del maestro al dejarnos solos, ¿ver el nivel de compañerismo o qué tan honestos éramos con nosotros mismos? Fue un año interesante con prácticas en hoteles cercanos, y la última práctica en un hotel a la orilla del mar en Acapulco, que por cierto nos tocó huracán; se ven hermosos los truenos cayendo al mar e iluminándolo todo de noche, pero al otro día la playa llena de basura, es como si el mar se enojara y fuera la forma de sacar toda la basura que arrojamos a él. Ese año fue similar al pasado en Cuernavaca, muy llevadero en cuanto a mi depresión, siempre había bajones, pero comencé a sobrellevarlos mejor. Después de caminar sobre fuego, cualquier caminata es placentera; creo que después de haber podido sobrevivir la peor época de mi adolescencia ya lo demás fue más fácil; como dice el dicho: “Lo que no te mata te hace más fuerte”. Durante este año escolar fue cuando cumplí mis quince años y mis papás decidieron hacerme una misa e invitar a nuestros vecinos de México, recuerdo que durante la misa el padre me preguntó si yo quería decir algo, yo le dije que no había preparado nada y él me dijo: “Repite después de mí”, no recuerdo exactamente todo, pero en plena misa me hizo prometer que sería catequista, no supe qué hacer así que le seguí la corriente, pero, inmediatamente después, en mi mente le pedí perdón a Dios por haber prometido algo que sabía perfectamente no haría de ninguna forma, pues, la verdad ese padre no me daba confianza; yo en ese entonces no sabía nada de padres pederastas, ni puedo decir que él era uno, pero, definitivamente, me daba esas vibras y jamás hubiera querido estar a solas con él. Yo respeto mucho la iglesia, pero personas con malas intenciones hay en todos lados y tenemos que seguir nuestra intuición para cuidarnos nosotros mismos de quien sea. En la casa hubo un evento que fue lo que nos hizo decidir definitivamente ir a California unos años; se me olvidó mencionar que desde que llegamos a Cuernavaca había unos perros en el terreno; mi papá había ido a México un día y solo estábamos mi mamá y yo viendo la televisión en la sala, cuando comenzaron a ladrar los perros y mi hermano menor entró corriendo a la sala mientras decía: “Un hombre se metió”. Mi mamá se puso de pie y estaba por salir cuando sin pensarlo le dije: “Métete y cierra”. Ella lo hizo sin titubear y vimos al hombre con un cuchillo en las manos y un perro negro bien entrenado que lo acompañaba, él comenzó a ver a todos lados y nosotras veíamos desde la ventana asustadas, le hizo unas señas al perro para que se fuera por un lado saltando la barda y después él se fue por el lado contrario. En cuanto él se fue llegó la policía que lo venía siguiendo; gracias a Dios no pasó a mayores y solo fue un susto, pero fue la gota que derramó el vaso, entonces mis padres fueron a
tramitar las visas; ese día se tardaron tanto que ya mi hermano y yo estábamos preocupados porque no llegaban de la embajada, pero cuando llegaron nos mostraron los boletos para irnos un día después de que yo saliera de clases; ya no había marcha atrás, fue así como dejé atrás mi país natal sin tener idea que no sería por un par de años, como estaba planeado, sino que haría mi vida en ese otro país; lo bueno fue que aproveché al máximo mis últimos meses de escuela, ya que siempre me ha gustado mucho estar activa y practicando algún deporte, así que saliendo de la prepa iba a natación competitiva, después iba al gimnasio y, por último, clases de inglés, día a día, los últimos seis meses, fue superagotador físicamente, pero me mantenía tan ocupada que no tenía tiempo de sentarme a sentir y eso siempre es bueno en mi vida; la verdad es que si siento que un día de la semana lo tendré bastante relajado, algo dentro de mí me empieza a angustiar y estresar porque tengo que buscar algo en que ocupar mis días para no sentir que estoy desperdiciando mi vida, me causa ansiedad y culpa el estar relajada a menos que yo sienta que me lo haya ganado y es algo que es una constante batalla interna. Cumplida la fecha llegamos a California con la firme intención de que solo sería por unos dos o tres años. Yo estaba adelantada un año en la escuela así que si perdía dos años en realidad no era mucho mientras aprovecharía el tiempo para aprender inglés bien, ya que como regalo de mis quince años mi madrina me invitó a California y estuve con ella unas semanas, lo suficiente para darme cuenta de que a pesar de que logré un nivel avanzado, era muy diferente a la pronunciación real. Una compañera de la prepa me metió en la cabeza que si entraba a la escuela de California sería como regresar varios años académicamente, ya que la educación aquí no es tan buena por más fama que tenga. Así que me metí a escuela para adultos a pesar de tener tan solo quince años, lo que pasa es que siempre aparentaba más edad; un día en clases me preguntó un muchacho si quería trabajar en una licorería, yo le dije que sí, pero cuando fui a la entrevista me pidió mi ID, le dije que no tenía, me preguntó: “¿Pero si tienes más de veintiún años verdad?”, y cuando le dije mi edad me dijo: “No, pero porque no me dijiste estás muy chica no puedes trabajar aquí”. Yo no tenía idea de nada ni pensaba en trabajar, solo fui porque él me ofreció trabajo, de hecho ni siquiera les avisé a mis papás; creo que en el fondo buscaba algo más que hacer que me mantuviera ocupada, pues, comenzaba a sentir la sombra gris acercándose y lista a instalarse en mí de nuevo; esta vez tenía miedo, porque no tenía en realidad amigos o algo de que aferrarme para vivir como lo venía haciendo desde hace años, o sea, buscar algo que me diera un propósito o ilusión de vivir, aunque solo fuera temporal, estaba verdaderamente
preocupada y desesperada, un día entrando al apartamento donde vivíamos entre llorando y me topé con unas estampas de la virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo, la verdad nunca he sido devota de santos, ni siquiera sabía nada de él, pero agarré las estampas y llorando les imploré por ayuda, no quería volver a sentirme así y me daba miedo morir en otro país, no quería volver a empezar a planear y planear mi muerte; me estaba aferrando a la vida con todas mis fuerzas y solo les pedí por ayuda hasta que dejé de llorar. Desde entonces comencé a tener más fe; porque definitivamente comencé a sentirme mejor aunque solo fue un poco, fue lo suficiente para seguir adelante, tampoco fue mágico, pero si fue un milagro que pude tener control sobre mis pensamientos y enfocarme en otras cosas; poco tiempo después vi a un muchacho nuevo en la escuela que me llamo la atención, comenzamos a salir y un día platicando, le comenté que me habían ofrecido trabajo y me dijo: “Si quieres yo te consigo trabajo”, le dije que sí, comencé a trabajar en un lugar de comida rápida donde duré solo nueve meses, aprendí el manejo de todo el restaurante y cuando no había managers me dejaban encargada a mí, pero me di cuenta muy pronto que a pesar de que era fácil escalar en esos lugares el tope era muy bajo y yo sabía que nada de eso me daría la vida que yo quería, pues, durante mis caminatas en Cuernavaca comencé a planear mi futuro inspirándome con esas casas hermosas y grandes a mi alrededor, me imaginé un negocio donde yo pudiera ayudar a muchas personas, un negocio que no tuviera límites de ganancias aunque yo estuviera de viaje; a veces pensaba que estaba loca y trabajar ahí me abrió los ojos de lo difícil que sería lograr libertad económica en esta vida; yo pensaba regresar a México, continuar mis estudios y abrirme las puertas con educación, pero, sobre todo, no dejaba de pensar en cómo hacer un negocio que me diera todo lo que yo pedía y sabía que quería. Pasó el tiempo y conocí a una compañera en la escuela que me habló de un negocio un poco raro, la verdad no me llamaba la atención, pero me invitó a una reunión por segunda vez, después de seis meses que la perdí de vista y cuando la volví a ver la vi diferente así que acepté. Llevé a mi papá conmigo para ver el negocio y cuando acabaron de explicar pensé que era todo lo que yo siempre había pedido en cuanto a las recompensas. Comencé sin entender todo, lo que me quedó claro es que el trabajo en general era pesado y algún día tendría que trabajar, así que mejor hacer algo que me beneficiara toda la vida. Había un sistema de capacitación que acabó por abrirme los ojos de varios hábitos malos para mi propia salud mental; con el tiempo y miles de reuniones aprendí a quererme y valorarme más, ahí fue donde comenzó mi camino a un futuro mejor
en todas las áreas de mi vida, pero nada sería fácil como yo lo creía. A los pocos meses de comenzar el negocio a mis dieciséis años, conocí al que sería mi esposo y compañero de vida, solo unos días antes de cumplir diecisiete, así que salimos por primera vez a celebrar mi cumpleaños. Un año y dos días después de haber cumplido dieciocho años nos casamos, y al año siguiente y diez días más tuvimos a nuestra primera hija. Fue una época sumamente difícil para mí, nada de esto estaba en mis planes, pero después de conocer el negocio y a mi esposo creía que lo podríamos hacer juntos y ese era el nuevo plan, teníamos muchas metas y sueños, pero la vida fue muy difícil, por ser tan jóvenes y estar en un país que no nos brinda las mismas oportunidades que a los que nacen aquí, además de ser tan diferentes en cuanto a la forma de ver las cosas y al principio siempre uno queriendo cambiar al otro, pero sobre todo problemas económicos; que yo en mi vida nunca pensé tener; mis padres ya no estaban aquí, pues, ellos cumplieron su palabra y pasando los tres años regresaron a México a la casa que yo tanto quería regresar; pero me quedé a hacer mis sueños realidad y a formar mi futuro con mi nueva familia. Desde el momento que vi a mi hermosa hija por primera vez sabía que no podía alejarme de ella, fue una sensación de simplemente no querer estar lejos de ella y desde ese momento mi vida no volvió a ser igual, el amor que se les tiene a ese pequeño ser que conoces desde antes de nacer es indescriptible, yo sabía que ella era muy fuerte, una fuerza que viene desde el fondo de su ser y que la cuidará siempre; tan fuerte que venía con el cordón umbilical ahorcándola y haciendo su nacimiento tan difícil como peligroso, ella salió morada y llorando, pero en cuanto escuchó a su papá se cayó para comenzar a buscarlo con la mirada. Cuando yo estaba embarazada de ella no sabía cómo sería de madre, pues, la verdad nunca he sido niñera, pensaba en todos mis sueños y como quería hacer un negocio enorme para trascender; por suerte un día salió una película de un muñeco de nieve que en realidad era el papá de un niño que vino a despedirse de él porque había muerto en un accidente y se dio cuenta de que desperdició toda su vida buscando tener éxito sin darse cuenta de que los hijos son una forma de trascender en este mundo y su hijo era en verdad el legado que había dejado en la Tierra. La verdad me hizo mucho sentido la película y conforme crecía mi hija me acordaba de esa película de vez en cuando, sobre todo cuando la gente me decía que mi hija era mi misma copia y ahora que es una mujer tan independiente, fuerte, tenaz y con muchas metas, puedo decir que no es igual a mí, es mucho mejor, si es cierto que son nuestro legado más importante en este mundo, y estoy muy orgullosa de ella, definitivamente, mi vida a dado muchas vueltas y no ha sido fácil, pero al ver a mi familia me siento feliz. Eso no quiere
decir que los malos tiempos quedaron en el pasado, solo que ahora tengo motivos mucho más grandes e importantes para no dejarme vencer ni en los peores momentos. Cinco años después tuvimos a nuestra segunda hija y esta vez fue la copia exacta de mi esposo; un torbellino de amor y travesuras incansables, gracias a Dios es una niña superamorosa que logra lo que quiere y sabe escuchar consejos; puedo decir que el ser madre es hermoso y el trabajo más importante de mi vida, pues, dedique cada segundo poniendo atención a las necesidades de mis hijas y a educarlas lo mejor posible; son el mejor regalo del mundo y tengo recuerdos de ellas grabados en mi mente, corazón y alma, pero así también no hay nada que te pueda derrumbar más rápido que el solo hecho de pensar que algo malo les pueda ocurrir, y de eso he tenido bastante también. He tenido que cargar con mi ser roto porque ellas están primero y si está en mis manos que ellas mejoren haré lo imposible porque así sea, muy a pesar de mí, al igual que cualquier madre lo haría. Cuando mi hija menor tenía como dos años de edad yo decidí volver a hacer ejercicio en serio y me inscribí a un gimnasio cerca de casa, poco a poco, fui aprendiendo de diferentes clases de ejercicios y prácticas desde las más tradicionales como zumba, pilates y yoga, esta última fue de una enorme ayuda en las áreas de relajación, meditación y equilibrio tanto corporal como en mi vida, comencé a equilibrar mis sentimientos de una forma más armoniosa con la vida en general, realmente la recomiendo muchísimo y hoy en día solo necesitas un teléfono para tener a miles de clases gratis; después de obtener mi certificación como entrenadora personal, tomando clases de medio tiempo al mismo tiempo que atendía a mi familia; comencé a hacer ejercicio de una forma mucho más intensa y demandante físicamente con lo que he aprendido y disfrutado mucho más los retos en todas las áreas del ejercicio, descubrí que mi cuerpo necesita estar agotado para dormir mejor y desde entonces es mi mejor aliado para poder dormir, de hecho ya sé que si no hago ejercicio regularmente por lo menos de dos a tres veces a la semana, muy pronto comenzaré a tener problemas para dormir; así que yo ya no lo veo como una opción, simplemente es parte de mi rutina para sentirme mejor; a veces pienso que mi cuerpo es muy demandante y que cuando muera voy a descansar de este cuerpo que pesa tanto, que pide y requiere de tanta atención para seguir adelante, me imagino que después de la muerte seguiré viviendo, pero más libremente, sin un cuerpo que me ancle y que me estorbe para llegar a donde yo quiera y pueda, solo con pensarlo, pero solo lo sabré hasta que llegue el momento y eso solo Dios sabe cuándo será, mientras tanto sigo en la lucha y doy gracias a Dios por toda la ayuda que he encontrado en el camino, por ejemplo, durante mi tiempo en el
negocio aprendí mucho de nutrición y tener a conocer todo el proceso de producción de nuestras vitaminas, me da la confianza de saber que lo que tomo es salud, tanto para mí como para mi familia, cuando lo he necesitado y con toda honestidad no es lo mismo enfrentarse a una enfermedad teniendo conocimiento de cómo ayudar al cuerpo que sin ese conocimiento; así que cuando he tenido que ir al doctor por ciertas enfermedades, lo he podido controlar, dándole a mi cuerpo las herramientas necesarias para poder recuperar la salud más pronto. En una ocasión fui al hospital con todos los síntomas de un derrame cerebral y después de los estudios que me practicaron los doctores me informaron que tenía neuropatía periférica por falta de vitamina B12 en mi organismo; desde entonces comencé a tomar dosis altas de complejo B junto con omega 3 y pude ver la diferencia en cuestión de unos días, no solo en la mejoría de síntomas de la neuropatía, sino también de la depresión; fue un descubrimiento que me transformó la vida, mi calidad de vida dio un giro enorme para bien, desde entonces mi consumo de esas vitaminas ha sido mi salvación sin exagerar; después salió la Rhodiola que tiene muchos estudios clínicos comprobando su efectividad para combatir la depresión, así que cuando me empiezo a sentir mal esas son las vitaminas que tomo en dosis dobles o triples, según me sienta. A veces pienso que Dios me mandó tantas enfermedades para poder dar testimonio de cómo salir adelante con estos problemas de salud, pero al mismo tiempo el descubrir la neuropatía fue un regalo envuelto en un problema al principio, porque después me llevó a conocer la ayuda para la depresión, es algo que he compartido con algunas personas y siempre hay buenos resultados mientras la persona quiera poner de su parte; pero si no es el caso, definitivamente y, sin dudar, hay que buscar ayuda profesional; y a pesar de que, en ocasiones, los pensamientos aparecen en el momento menos pensado, a recordarme que siguen presente en mi vida, confío en que lo peor ya pasó, pues, me considero ser muy bendecida y consentida por Dios, que me ha llevado por caminos espinosos, pero siempre de su mano y con su protección; al mismo tiempo siempre que yo tomo una decisión importante desde que soy adulta la consulto con Él y me guste o no la respuesta que me dé, siempre le he hecho caso y viendo mi vida desde donde estoy ahora, sé que estoy donde debo estar y es gracias a hacerle caso a Dios. Mi naturaleza es ser atrabancada y desobediente, creo que las leyes se hicieron para romperse, se puede decir que no respetó la autoridad, aunque trato, soy mala para seguir órdenes, instrucciones o reglas, pero definitivamente al que siempre escucharé y respetaré es a Dios; ojalá tú en tu camino aprendas a comunicarte con Él de la misma forma que yo y seguir sus caminos que, créeme, son más ligeros y fáciles de lo que creemos. Para escucharlo no tienes que hacer
nada más que abrir tu mente y tu corazón en este mismo momento, no tienes que esperarte a estar en una situación que no te quede de otra más que clamar a Dios, solo sé humilde para escuchar y apaga tu ruido interno; yo soy una mujer extremadamente despistada (no en balde sigo viva por agarrar ese refresco), así que por eso le digo a Dios: “Por favor dame una señal que sea tan clara que ni yo la pueda pasar por alto”, y la verdad es que me he quedado helada de la forma en que me contesta. En una ocasión, despertando a media noche en un hotel con mi familia, escuché dentro de mi ser una voz que dijo: “El cantar de los cantares”. Yo no entendí, ni tenía idea de que era, pero algo me dijo que buscara en la Biblia, y como, gracias a Dios, siempre hay biblias en los hoteles, la busqué y tal cual es un libro de la Biblia que tenía el mensaje para mí. En otra ocasión escuché igual al despertar: “Corintios”, con sus respectivos números, lo apunté, pero tampoco sabía dónde buscar, así que abrí la Biblia y ahí estaba otra respuesta, pero está aún más clara por haberme dado números exactos, de hecho los números fueron los que me llevaron a abrir la Biblia, pero yo no tenía conocimiento alguno, en esos años, de los libros que hay en la Biblia o de nada en general, pues, fue hasta que mis hijas tenían que hacer la primera comunión que regresé a la iglesia; lo que me recuerda de un sueño que tuve en el que yo entraba a una iglesia hermosa con mármol rosa y me arrodillaba, pues, se estaba llevando a cabo una misa y sentí la mano de Dios tocar mi hombro mientras me decía: “Abre tu corazón hacia mí”. Yo me solté a llorar en el sueño, pues, yo siempre he pensado que tengo una buena relación con Dios y me dio mucha tristeza que Él no lo sintiera así. ¿Será que nuestra relación con Dios es solo de un lado, o sea, cuando le pedimos cosas, pero no hacemos nada por él? Dios quería que yo fuera a misa y me acercara a la iglesia que, por cierto, cuando regresé me di cuenta de que era la iglesia de mi sueño exactamente, el mismo mármol rosa. Hace poco escuché que los sueños son una de las formas en que a Dios le gusta comunicarse con nosotros y la verdad es que yo desde niña he tenido miles de premoniciones en sueños, que tal vez sean para otro libro, pero quisiera hablar de uno en particular, porque creo que viene al caso, ya que situaciones mal manejadas pueden llevar a tal desesperación a nuestros adolescentes que creen que no tienen salida; hace muy poco me desperté a media noche, de esas veces que no sabes si es sueño o lo estás viviendo en verdad, y muy claramente vi a un doctor practicando un aborto, en ese momento me quedé con un sentimiento de tristeza abrumador, inmediatamente le pregunté a Dios: “¿Qué quieres que haga?, y escuché en mi interior la palabra: “Reza”, contesté: “En este momento rezo, pero ¿Quieres que rece en las clínicas de aborto?”. No te puedo decir que
recibí una segunda respuesta, pero por ser tan abrumador el sentimiento decidí que lo haría, a pesar de siempre haber estado a favor de que la mujer decida sobre su cuerpo; la verdad fui con la mente y el corazón abierto a rezar fuera de las clínicas de parte de mi iglesia cuando fueron los cuarenta días pro-vida que se hacen regularmente una o dos veces al año; y tengo que decir que me sentía incómoda de estar ahí, al mismo tiempo dispuesta a que se manifestara un esclarecimiento del por qué Dios me quería ahí, pero pasaron los cinco lunes que me apunté a ir y no pasó nada; solo llegué a reflexionar del porqué las niñas adolescentes se pueden sentir tan mal que solo piensen en acabar con una vida, y esto ya es a discreción de cada quien el pensar y sentir cuando una vida comienza, todo esto sigue en controversia, pero yo sigo creyendo que la mujer debe siempre poder decidir sobre su cuerpo y el que legalicen el aborto no quiere decir que todas las que se embaracen y tengan dudas van a correr a hacerse un aborto, simplemente el tener la opción debe ser nuestro derecho y ya. Pero en sí, ¿por qué llegamos a esos extremos y por qué nos enseñan culpabilidad y vergüenza a las mujeres cuando se necesita de un hombre y una mujer para crear vida? Yo creo que el problema en sí es la sociedad y sus inútiles estándares de lo que creen que cada uno debe ser, hacer, sentir o pensar. Es precisamente la sociedad que al señalar a la adolescente o mujer embarazada está fomentando el aborto por toda la confusión y sentimientos negativos que generan en ella las críticas y el temor al rechazo y que por lo general surge de su núcleo más cercano. Nosotros, somos los culpables de todos los problemas creados por percepciones falsas y tontas, además de retrógradas; si todos somos únicos, porque queremos entrar en moldes prefabricados hace cientos de años que ya no tienen cabida el día de hoy; estamos en pleno siglo veintiuno y nos la damos de seres pensantes y evolucionados con las ideas de siglos atrás. La verdad es que si dejamos de señalar tanto al prójimo cuando está rendido y en lugar le diéramos la mano, podríamos en verdad llamarnos seres humanos evolucionados, parte de una sociedad que verdaderamente está en camino a la civilización colectiva. Así que recuerda, cuando veas a alguien con problemas y lo señalas o críticas, tú eres parte del gran problema colectivo de esta sociedad. Apoyémonos y seamos parte de las pequeñas soluciones que van a cambiar al mundo cambiando nuestro interior, poco a poco, el cambio no se dará de un día a otro por eso es que debemos comenzar ya, aquí y ahora, sin perder más tiempo. Cuando estaba en pláticas para la primera comunión de mi segunda hija, el Padre Jay C. me preguntó a mí individualmente, como a las demás madres que no estaban casadas en esas pláticas: “¿Por qué no se casan, que se los impide?”. Yo le di mi respuesta con mis razones, pero su pregunta y mi respuesta me seguían
dando vueltas en la cabeza hasta que me dije a mi misma: “No hay nada mejor que estar bien con Dios”, hablé con mi esposo y nos casamos por la iglesia en una ceremonia hermosa y con menos de diez invitados, varios de ellos me decían que me lloverían las bendiciones, yo al principio pensaba que solo era un decir, pero me lo dijeron tanto que me la creí y después de unos años que no pasaba nada diferente yo me preguntaba dónde están las bendiciones, porque la vida se puso muy difícil antes de que diera un giro y ahora puedo decir que, definitivamente, somos muy bendecidos. No me canso de agradecer a Dios por tantas bendiciones. Pero nos tomó mucho tiempo volver a la iglesia, ya que nosotros, como muchas otras personas, se alejan por detalles que no nos gustan o quizás malas experiencias, y aunque no todo es perfecto, siempre es bueno tener un lugar donde podamos llenarnos espiritualmente, cargarnos de fe y poder seguir adelante con las tribulaciones del diario vivir. Hubo muchos años que yo estaba molesta con las reglas de la iglesia, hasta que tuvimos la fortuna de que este padre se esforzó por hacer de la iglesia una comunidad en la que cada uno de los integrantes se sintiera bienvenido, y mi mejor deseo es que cada uno de nosotros encontremos un lugar donde te sientas cómodo para celebrar juntos en fe y hacer crecer nuestra espiritualidad, pues, es un área importante para tener balance en la vida. Creo que todo llega a su tiempo o en el momento correcto, aunque no lo creamos y nosotros queremos que las cosas pasen ya. Pero yo me doy cuenta de que cuando suelto el control y me rindo ante Dios, las cosas no es que pasen más rápido, es que la espera se vuelve más corta, porque no depende de mí; de hecho, hay que trabajar como si todo dependiera de uno mismo, pero soltar sabiendo que todo depende de Dios.
Despedida
Mi vida como la de cualquier ser humano está llena de altas y bajas; si en este libro mi enfoqué fue en la depresión, es porque quisiera crear conciencia en el tema y crear conversación para poder ayudar a los que, como yo, sufrimos en silencio, porque eso es precisamente lo peligroso de esta enfermedad, el silencio, la falta de conocimiento del tema, los prejuicios y el temor a que nos cataloguen de cierta manera por algo que ocurre en nuestro cerebro, sin nuestro consentimiento, como lo hace cualquier otra enfermedad, porque es entendible que una persona con cáncer se sienta mal y no quiera salir de cama, pero con la depresión, si no queremos salir de cama, por el hecho de no haber dolor aparente, no hay la misma comprensión y empatía. También hay una frase muy común que las personas dicen en un tono como si tú tuvieras el control de la enfermedad, simplemente con “echarle ganas”, y no es en sí la frase, si no el cómo se dice; no creo que se lo dirían igual a una persona con una enfermedad terminal; como si echándole ganas fuera a componerse y sanarse; si lo ves así, pone mucha presión en la persona depresiva y de la presión viene la culpa por no poder sentirse mejor cuando es algo tan difícil de controlar y entender; yo con el sistema de capacitación del negocio pude ver, aprender y cambiar mi forma de pensar con entrenamiento, además que aprendí la importancia de la nutrición al cuerpo con micronutrientes esenciales y necesarios; pero aun así hay ocasiones en que se puede instalar la sombra sobre mí y no hay forma de quitarla, solo la sobrellevo por los días que dure (pues, en cuanto me siento mal dobló la cantidad de mis vitaminas), pero es muy difícil; para empezar yo ni en los peores momentos me he quedado en cama, mi cuerpo simplemente no lo tolera, si estoy inmóvil me duelen inmediatamente los músculos y la piel, por más que quiera no puedo estar acostada o sentada más de lo necesario; pero si hay días en que simplemente las lágrimas salen de mis ojos sin poder parar, sin motivo aparente, sin querer y sin control sobre los pensamientos que llegan a mi mente, voy a ese lugar oscuro donde se repiten y se repiten los pensamientos de muerte; si pudiera explicarlo mejor, es como si de pronto todos los radios que están cerca sintonizan una estación que no puedes cambiar de ninguno de los radios a dondequiera que vayas y sea lo que sea que hagas, escucharás esa estación repitiendo siempre lo mismo, no sabes en qué
momento pueda terminar y en qué momento todo comienza de nuevo, porque la radio y la estación están dentro de tu cabeza y no son voces desconocidas como otras enfermedades; es tu propia mente, incluso tu propia voz, surge un deseo de desaparecer que no está en ti, pero viene de lo más hondo de tu ser y con esta explicación sí parece una locura, por eso es tan difícil de entender y procesar tanto al que lo siente como al que no sabe qué hacer para ayudar, puedes tratar de bloquear la estación o taparte los oídos, pero en el fondo sigues oyendo la misma estación hasta que de pronto pasa o se apaga, en el mejor de los casos para mí, con vitaminas, pero otros que no tienen a la información que yo tengo, tienen que seguir escuchando esa sintonía, otras personas con medicamento y otras, finalmente, escuchan la estación y así es como perdemos a tantos. Si hay una persona que está leyendo esto y perdió a un ser querido debido a esta enfermedad, por favor, no te sientas culpable, no hay nada ni nadie que pueda detener a una persona que está decidida a dejar este mundo, solo Dios, y si él permitió que se fueran es porque ya había cumplido su ciclo aquí, ten fe y entrégale tu dolor y sufrimiento a Él, que todo lo sana. Hace poco escuché en una misa una historia de un pueblito lejano donde había un puente muy alto y más de una persona se había arrojado de él; como es de suponerse, en los pueblitos y en las creencias viejas el suicidio es considerado pecado mortal, incluso muchos padres han negado sagrada sepultura en estos casos, pero a este pueblito había llegado un sacerdote nuevo y cuando la familia le pidió al padre por una misa para el muerto el sacerdote aceptó, así que el sacristán vino al padre y le dijo: “¿Pero no considera usted que murió en pecado padre?”, a lo que el sacerdote respondió: “Entre el puente y el suelo está la misericordia de Dios”. En verdad tengamos fe que Dios, que nos conoce y sabe que hay en nuestros corazones, nos perdona y nos ama tal y como somos, todo lo demás es creado por el hombre al no entender el mandato de Dios; lo que menos necesita o merece una persona que está pasando por una pérdida de este tamaño es ser criticada o señalada por alguien. Yo como católica confío en la misericordia de Dios y desde una perspectiva psicológica, el suicidio no se considera una elección libre, pues, la mente y el libre albedrío están comprometidas por la enfermedad. Pero ¿qué considera la Iglesia Católica un pecado mortal? Deben estar presentes tres características:
-Desobedecer a un mandamiento de Dios o desobedecer una enseñanza de Cristo. -La persona debe estar consciente de que está haciendo algo grave. -Elegir libremente y sin impedimentos cometer el pecado. A mi entender la verdadera libertad interior de la moralidad de estas personas, muy seguramente estuvo afectada para haber llevado a cabo este que es un acto sumamente desesperado, así que no creo en mi corazón que sea un pecado para su alma eterna. Siempre hay información y ayuda en nuestras iglesias locales, incluso puedes hacer cita para platicar con los padres sin que tenga que ser en confesión, aún incluso si no eres católico y simplemente necesitas ayuda; claro que hay unos más dispuestos que otros, pero no desistas solo porque no tienes suerte a la primera. Recuerda “el que busca encuentra”, yo por mi parte tengo una oración que llegó a mis manos hace tiempo y con esto quiero cerrar el libro, recordándote que mientras hay vida hay esperanza, los que seguimos en esta vida es por algo, lo entendamos o no, solo Dios sabe que es lo mejor para nosotros y cuánto tiempo nos queda aquí con los nuestros, mientras, disfrutemos la vida, ya que la muerte, dicen que es la mejor experiencia y por eso nos la dejan hasta el final. Los trastornos psicológicos graves, la angustia o el miedo grave a las dificultades, el sufrimiento o la tortura pueden disminuir la responsabilidad de quien se suicida. No debemos desesperarnos por la salvación eterna de las personas que se han quitado la vida. Por razones que solo ellos conocen, Dios puede brindar la oportunidad de un arrepentimiento saludable. La iglesia ora por las personas que se han quitado la vida.
Querido Dios Padre y Creador de toda vida
En mi oscuridad, dolor y emociones inquietantes por la muerte de un ser querido, pido tu favor y gracia, que guardes la fe que tengo en ti, por dudosa y débil que a veces sea. Ayúdame a seguir confiando en ti, incluso entre las preguntas, emociones, turbulencias y misterios que enfrento. Por difícil que sea, confió el alma eterna de ______________ a tu divina misericordia y cuidado eterno. Mientras en esta vida cargó con cargas y dolores, secretos o conocidos, y encontró difícil esta vida presente, que tú, ¡oh Dios de amor, misericordia y vida! Lo abraces tú con tu compasión, donde no haya desesperación ni dolor que pueda encontrarlo, sino donde tu luz y tu amor pueden guiarlo y sanarlo. Perdónale sus pecados. Dale la bienvenida a tu Reino y dentro de la Comunión de los Santos que nos rodea siempre, permítele velar por mí, nuestra familia y amigos. Oro por mí y por otros que luchan en este ámbito de la vida, que luchan con esta pérdida dolorosa y su misterio, por aquellos que luchan por reconocer tu bondad siempre, y por aquellos que pueden dejar de experimentar tu amor y esperanza que los rodea. Otorga tu perdón y libertad a ______________ por la fe en la unión única, perdonadora y duradera de la vida, muerte y resurrección de Cristo, en el Santo Sacrificio de la Misa, concede el milagro de la paz eterna, la esperanza y el consuelo a mí ser querido, a mí y a nuestra familia y amigos. Te lo pedimos por Cristo nuestro señor, quien en su resurrección de entre los muertos y sus promesas para nosotros como sus discípulos, fue y siempre será victorioso sobre la muerte. Amén.
Estos son algunos números de teléfono disponibles en México y EUA.
SAPTEL
555259-8121
LINEA UNAM UNAM A DISTANCIA
55 5804-644 55 5804-4879 55 5025-0855
INSTITUTO NACIONAL DE PSIQUIATRIA
55 5655-3080 1800 9531704
WWW.INJUVE.CDMX.GOB.MX NATIONAL SUICIDE PREVENTION LIFELINE1800 273 8255
Sobre el Autor
Olivia Alvarez Trinidad nació en la ciudad de México el día 3 de diciembre del año 1980. Vivió y creció en México hasta la edad de 15 años. Actualmente reside en California, donde conoció y, posteriormente, se casó con su esposo Fernando López con quien procreó a sus dos hijas Kathy y Kim, sus más preciados tesoros.