El Encanto Personal 2g16z

Él dice haber descubierto que la gente puede terminar un noviazgo queriéndose, porque para él las relaciones para siempre son antinaturales. EL ENCANTO PERSONAL A sus 43 años John Jairo ha vivido y experimentado deportes, compromisos con grupos juveniles, actividades lúdicas, ambientes universitarios; y a pesar de que ahora aún se dedica a diferentes actividades, en cada una de ellas sigue viendo una oportunidad de actuación. John Jairo vio que en su balcón había un grillo y aseguró que éste estaba buscando a su hijo, que el día anterior también había estado en su apartamento. “¡Sí ve! Ahí tengo una historia: la del abandono de un grillito por su madre”. Y así percibe la vida John Jairo Cardona Pérez, actor de teatro, dramaturgo y docente; en cada detalle ve una historia, algo que contar. Actualmente interpreta el papel del apóstol Tomás en la comedia teatral “Jesucristo Supersona”. El sello que él le imprimió a este personaje fue principalmente la recocha, es decir el alboroto, “que son más mías que de Tomás: como reírme con el público”. Y es que John, un hombre descrito por su mejor amigo, Guillermo León Correa, como alegre, competitivo, que siempre tiene energía, y le pone jocosidad a las cosas; refleja ésto en su actuación. Una posición particular frente a la vida Nació el 25 de diciembre de 1966, en Itagüí; y vivió allí, junto a su madre, hasta el 2008. Siendo el cuarto de ocho hijos, tuvo que asumir una posición paternalista, pues en ocasiones su padre, un hombre dedicado a la construcción, tomaba decisiones apresuradas. Era él quien reflexionaba y analizaba las situaciones.

Una vez casados sus tres hermanos mayores y fallecido su padre, John Jairo asumió el papel de hermano mayor y de papá; estando al tanto de sus tres hermanos menores y de su madre, quien siempre se dedicó a la crianza de sus hijos y a la atención de su esposo. Cuando tenía 13 años, intentó ser parte del grupo juvenil de la parroquia de su barrio, pero no se lo permitían por su corta edad pues los integrantes eran mayores de 17 años. En una reunión de prueba mostró sus posiciones y argumentos y fue así como se integró a uno de los tantos grupos de los que en su juventud participó. Fue ahí cuando comenzó a relacionarse con personas mayores que él y a observar, para finalmente plantearse una filosofía de vida. Tenía 14 años cuando decidió que no se casaría ni tendría hijos, que se iba a soyar la vida, o sea disfrutarla al máximo, y tener la libertad de andar para cualquier lado cuando fuera y como fuera. Y empezó por pertenecer a cuanto grupo le diera la posibilidad de estar activo. Fue así como estuvo durante 11 años en los Boy Scouts, estuvo en la Selección de tenis de mesa de Antioquia, fue cinturón verde en taekwondo, practicaba basketball y ajedrez, y junto con otros compañeros se encargaba del grupo de teatro del colegio y de los Scouts. Estas actividades tomaban todo el tiempo de John Jairo, quien, según su madre, Nelly Pérez, desde pequeño demostró independencia de su familia y, en ocasiones, sólo iba a comer a la casa. Durante su juventud John Jairo dejó el estudio en segundo plano, y aprovechando su facilidad para el aprendizaje se dedicó a “hacer de todo menos a estudiar. Con lo que veía en clase me bastaba”, recuerda John mientras divisa la ciudad sentado en la sala de su apartamento. Este hombre con cabello castaño a los hombros, de ojos grises y expresivos, alto, sonriente y de libres ademanes; se identifica con el sistema filosófico denominado Epicureísmo, que consiste en la búsqueda de una vida buena y feliz. Y este planteamiento lo lleva a la práctica disfrutando la vida sin ninguna tensión metafísica ni trascendental.

Entiende que la vida es absurda, pero ya que se tiene conciencia de ella, la trata de disfrutar al máximo. “Yo nunca he estado pegado a los cánones de muchas cosas de la familia o de la cultura. No sigo esos parámetros que a veces la gente inconcientemente sigue. Muy pocas de las relaciones que uno ve son buenas. Uno ve que la gente se esclaviza, que no vuelve a salir, que le toca encerrarse a trabajar para poder mantener una familia, una casa, unos hijos. Yo veía relaciones de poco amor. Que el matrimonio hace decaer la pasión, el cariño. Que se volvía una cosa mecánica, monótona. Yo vi eso y dije ‘yo no quiero eso para mí’.”; responde John Jairo mientras busca en su computador música para amenizar la entrevista.

Camaleón en escena Para la mamá de John Jairo el mayor orgullo que le ha producido su hijo ha sido verlo recibir su diploma de la Universidad de Antioquia que lo certifica como Maestro en Arte Dramático. Logró su título con sacrificio y privaciones. Durante su carrera trabajo en las noches en una taberna para costear sus estudios, pues su familia era numerosa y los recursos pocos. Sus compañeros de universidad en ocasiones comentaban a su madre que John Jairo “no se tomaba ni un tinto. Pero salió adelante”, cuenta la Señora Pérez con la voz quebrada. En el año 2000, hizo una especialización en Dramaturgia en la misma universidad donde un año atrás había obtenido su pregrado. Y ahí comenzó su carrera por diferentes escenografías. Asumiendo con amor el papel que le tocara interpretar, ya sea actuando o en la vida real. Ha sido docente en todo lo referente al teatro: expresión corporal, oralidad y con el área de lenguaje audiovisual, apreciación cinematográfica, dramaturgia, dirección de actores, análisis dramatúrgico; en universidades como EAFIT, donde trabajó tres años y medio; en la Luis Amigó, cinco años, en la Universidad Pontificia

Bolivariana, cinco años; y en el Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, donde continúa su labor, ha enseñado durante ocho años. Para él la docencia es un disfrute, porque dar clase lo considera una puesta en escena: “uno es un actor, hay un público, un espacio y hay una acción dramática que es el desarrollo de la clase. Por eso cuando doy clase parece que estoy actuando”. Se ríe al reconocer esta situación. Como actor ha trabajado en alrededor de 60 obras de teatrales como “Romeo y Julieta” y “Electra” en el Teatro Hora 25; “La comedia divina” en la Compañía de Humor Frivolidad y “Hamlet” en el Teatro El Tablado; en los cortometrajes “Los muertos no toman té” de Gonzalo Arango y “El Trino del diablo” de Alberto Miralles. Guillermo Correa conoce a John desde los ocho años, y lo considera no solo su mejor amigo sino también su hermano. Él asegura que John Jairo siempre ha sido una persona con una visión crítica, es por eso que lo visualiza más que como actor, como director de cine o teatro. Pero ya John Jairo tiene un recorrido por este campo y ha dirigido obras como “Un Busto al Cuerpo” de Ernesto Caballero, “La Isla” de Athol Fugard y “Cruzadas” de Michel Azama; documentales como “El Centro, Un Universo Cultural Por Descubrir” y el cortometraje “La Inesperada Llegada de la Medianoche”. Dirigir cine está entre los sueños que aún no ha podido cumplir. Pero a más tardar el próximo año se ve proyectado haciendo realidad su mayor anhelo, dirigiendo “Nadie es Ajeno”, una adaptación para largometraje que está terminando, escrita por un amigo suyo. El encanto personal John Jairo declara que tiene varias frustraciones, entre ellas ser bailarín de danza contemporánea y aprender a interpretar algunos instrumentos. En la sala de su apartamento tiene una organeta acompañada de un atril sin partituras, y la muestra con orgullo: “Mire el pianito que tengo ahí. No se ve en la grabadora…pero yo aprendí a tocar solo. También aprendí

a tocar flauta y guitarra”, lo cuenta mientras hace la mímica con sus manos como si estuviera tocando el instrumento. Es descomplicado para la música, escucha y baila cualquiera, excepto vallenato, ranchera ni guasca. Durante la entrevista cambiaba la música de su computador y escuchaba grupos desde Evanescence hasta Bajo Fondo. Mientras tanto revisaba su Facebook, y conversaba con algunos de los 1694 amigos que tiene. Cuenta que cuando comenzó su carrera como profesor, se empezó a enamorar de las estudiantes; y a la pregunta: “¿qué tiene usted que atrae a las estudiantes?”, se ríe, mira para el techo y contesta “el encanto personal”. Él se considera una persona de mucha vida social, pero de pocos amigos; a pesar de que Guillermo confiesa que lo que más ira de su amigo es el don de gente que tiene: “John Jairo le cae bien a todo el mundo de entrada”, cuenta irado. En un fin de semana hace lo que resulte. No tiene programas. Puede resultar bailando, yendo a cine, visitando pueblos. Se queda encerrado fácilmente en su apartamento desde el viernes hasta el lunes. Los domingos visita a su madre y se ríe al confesar que le lleva ropa para que le lave. Su novia, quien prefiere no dar su nombre, afirma que John Jairo vive muy bueno, no sólo porque hace lo que le gusta sino porque sigue siendo un niño de mami; y a modo de secreto cuenta que su novio aprendió a usar una lavadora a los 40 años. Sin embargo, ella asegura que es posible que la falta de estabilidad laboral le ha impedido sentar cabeza. E incluso los hermanos de él le comentan constantemente “cuándo se va a casar, cuándo se va a organizar, que ya se está quedando”. A lo cual él responde: “¡Cómo si estuviera desorganizado! Casarse es una cosa muy desorganizada u otro tipo de orden. Yo tengo mi orden”.

Por otro lado, Guillermo dice que siempre ha discutido con John Jairo por un mismo tema: “es que él tiene mucho talento, y por eso debió haberse ido a Bogotá, buscar tener una solvencia económica más prestante y no lo ha hecho. Él tiene sus razones, porque el prefiere estar satisfecho profesionalmente y eso cuesta mucho, porque uno a esta edad necesita tener un equilibrio económico”. Pero esto a John Jairo no le preocupa, asegura que la felicidad no la da el dinero, que es mejor vivir el momento presente y vivir sin ataduras: “porque una cosa es tener una vida triste y otra ser feliz en una vida triste”. Para él la juventud es un estado mental, y es por eso que siempre se le ve sonriente, jovial, y con esa chispa que le permite sacar ya sea un comentario gracioso o el punto para encontrar una historia que fácilmente la puede volver dramaturgia. Por: Laura Rendón Posada Universidad Pontificia Bolivariana 2010