Francisco Vásquez Sepúlveda Pensamiento crítico contemporáneo 14/04/2015
Benjamin, Walter. “El autor como productor”. Walter Benjamin obras. Libro II/vol. 2. [1934]. Madrid: Abada Editores, 2009.
Palabras claves: Tendencia, calidad, técnica, autor, productor.
El texto “El autor como productor” fue concebido originalmente para ser declamado como discurso en el Instituto para el Estudio del Fascismo, fundado en París por emigrantes alemanes perseguidos por el nacional socialismo incipiente. En este ensayo Walter Benjamin analiza la relación entre la tendencia y la calidad en las obras literarias, lo cual sería el tratamiento dialéctico del “debate más viejo” que trata la relación entre contenido y forma. A partir de esta problematización, el filósofo desarrolla una dura crítica política que enlaza el papel del arte y el compromiso político-social del autor, con la refundición de los géneros y las formas. El texto comienza haciendo mención a la decisión de Platón de negar la existencia de los poetas de en su república. A raíz de esta referencia Benjamin cuestiona la posibilidad de autonomía del autor, la posibilidad de escribir libremente, pero además, deja latente a lo largo del discurso el poder que se le reconoce a la poesía, y por extensión, a la palabra. Siguiendo este camino, aduce la existencia de dos posibilidades de escritor burgués, aquel que no reconoce su posibilidad de autonomía, y aquel “tipo más avanzado de escritor” (298) que sí reconoce esta posibilidad. Del primero dice que pese a no reconocer alternativa, trabaja en función de intereses de clases, mientras que el segundo, reconociendo esta posibilidad, adhiere con la causa del proletariado. Desde este punto se hace evidente un marcado tono político en el discurso. Walter Benjamin nació en una familia judía de la burguesía del Imperio Alemán y fue perseguido por el antisemitismo del régimen fascista, hechos que determinan gran parte de su producción. En su obra, y particularmente en “El autor como
productor”, se perciben tanto su oposición al fascismo como su influencia desde el materialismo histórico. El hecho de que Benjamin provenga de una familia de la burguesía adquiere relevancia sobre este texto ya que es consecuente con la idea del escritor operante al que posteriormente se refiere, mientras que el pensamiento marxista lo lleva a entender todas las relaciones sociales como resultado de las relaciones de producción. Benjamin desarrolla el discurso a partir del infructuoso debate en torno al concepto de tendencia, e indica que la tendencia de una obra debe ser entendida en relación a su calidad. De esta relación dirá que “una obra con la tendencia correcta ha de tener necesariamente todas las restantes calidades” (298), y de esta afirmación surge la primera tesis del texto: el concepto tendencia hasta ahí utilizado no basta para sostener la crítica política literaria, y por lo tanto, hay que resignificarla en relación con la tendencia política que la incluye, lo que implicaría la calidad literaria de una obra. Posteriormente Walter Benjamin define el concepto de técnica que aplicará en adelante y que viene a contestar a la pregunta sobre cuál es la posición de una obra dentro de las relaciones de producción la época. De este modo, técnica será desde ahora la función y el posicionamiento de una obra en las relaciones de producción, y desde su técnica, los productos literarios pueden ser estudiados desde el punto de vista materialista. Luego se puede decir que “la tendencia literaria puede consistir en un progreso como en un retroceso de lo que es la técnica literaria” (300). Para graficar con ejemplos concretos la teoría planteada, Benjamin recurre a varios ejemplos, apoyándose principalmente en Serguei Tretiakov, y a lo que este mismo define como escritor “operante” y que opone al escritor informante. La diferencia radica en el rol activo y combativo del primero, en comparación el rol pasivo y meramente denunciante del segundo. Benjamin atribuye al carácter participativo del autor el que su obra Señores del campo haya tenido la repercusión que tuvo en la configuración colectiva. Además agrega que el ejemplo de Tretiakov, al moverse entre el periodismo y la propaganda, permite vislumbrar “desde qué amplio horizonte se han de repensar nuestras ideas sobre las formas y los géneros de la literatura” (301) y con esto, hacer latente el proceso de constante “refundición” de las formas literarias. El periódico será ahora el ejemplo que utilizará para situar este “escenario de degradación de la palabra” (302), desde el que se puede presentar al autor como productor.
Desde aquí Benjamin denuncia que el control de los periódicos en Europa Occidental por parte del capital no permite que el escritor pueda hacer de este un instrumento útil de producción. Continúa diciendo luego, apoyándose en el concepto de “transformación funcional” de Bertolt Brecht, que el escritor que no debate sobre la posición de su propia obra en las relaciones de producción de la época incurre en un acto contraproducente al “abastecer al aparato de producción sin irlo transformando al mismo tiempo” (305). De este modo, Walter Benjamin nos va dejando claro su llamado en cuanto a la tarea de los intelectuales revolucionarios burgueses: estos deben utilizar su herencia cultural privilegiada en solidaridad con la revolución proletaria, de modo que, en la “traición” a su propia clase, el escritor pasa de ser un “abastecedor del aparato de producción […] a adaptar el aparato de producción a los fines concretos de la revolución proletaria”(314).