Wisteria Lane, como todos los días, lucía como el mejor barrio de Fairview… [Vista Wisteria Lane amaneciendo] Las flores engalanaban los mejores jardines… [Jardín de Bree] Y los niños jugaban, indiferentes en el devenir de la vida… [Cinco niños jugando a la pelota] Los mayores atendían los quehaceres de la vida… [Susan y Mike limpiando bien la casa] Sí, todos estaban ajenos a lo que iba a ocurrir, algo muy importante para una de las habitantes de Wisteria Lane, Gabrielle. [Gabrielle se despierta, está junto a Carlos] /--/ Presentación Mujeres desesperadas. Gabrielle siempre había sido una niña que deseaba tener todo… [Una Gabrielle de cinco años llega al centro comercial y sonríe con cara de deseo] Aunque muchas veces no podía permitirse lo que ella deseaba, disfrutaba sólo viéndolo… [Una Gabrielle de quince años mira un escaparate con una ropa muy cara] Y es que el nombre de Gabrielle estaba ligado al deseo, aunque ni ella misma sabía muy bien qué quería… [Gabrielle ya normal mira dos coches, no sabe cuál elegir] Aunque esa mañana deseó algo con todas sus fuerzas, lo que ella no sabía es que su deseo, esta vez, se le iba a hacer realidad. [Gabrielle con una carta en la mano] -¡Será estúpido! –dijo muy alarmada con el contenido de esa carta. -¿Qué pasa Gabrielle? Vuelve a la cama –dijo Carlos despertándose con el grito de Gabrielle. -Es Víctor, mira lo que me dice –dice echándole la carta encima a Carlos. -Comprendo que estés enfadada, pero aún sigues siendo mi esposa, no tenemos el divorcio, podemos arreglarlo, aun te quiere Gabrielle, es normal. -Pues que se le quite de la cabeza, lo único que me entran ganas al verle es de asesinarlo. Ojalá hicieran con él lo mismo que él hizo con John –dijo triste, sollozando-, él no se merecía morir así, era muy bueno. -¡Eh, Gabrielle! –dijo acercándose a ella, besándole el hombro-, no te preocupes por nada, ya está pagando por su pecado, ahora sólo queda que se arrepienta de su error. -Eso no le devolverá la vida a John, pero te aseguro una cosa, el único perdón que me vale es el que me dé cuando esté muriéndose, y si no me lo pide mejor. Quiero que esté dónde se encuentra John, muerto. Sí, Gabrielle sólo estaba prediciendo lo que le iba a ocurrir a Víctor. -¿Señor Lang? –dijo un policía entrando en la celda de Víctor. -Sí, soy yo, ocurre algo. -Acompáñeme. Sí, Víctor sabía muy bien a quien debía de obedecer y más cuando ese iba a ser su última caminata en la vida. [La cámara sigue a Víctor mientras Mary habla, hasta una esquina en la que se va con el policía pero la cámara no le sigue. Cuando termina de hablar Mary Alice se escucha un tiro y un cuerpo caído] -… Y así fue como la dama venció al caballero en un alarde de valentía que sería recordado por todo el reino toda la eternidad. ¿Qué te parece? –dijo Susan, que se encontraba en el hospital aún. -Está bien Susan, seguro que lo publican de nuevo, eres una artista –dijo Mike, que cada vez se encontraba peor. -¿Está bien Mike? Te veo mala cara, ¿llamo a una enfermera? -No Susan, los dos sabemos qué es lo que pasa lo que ocurre es que no nos atrevemos a decirlo. -Mike, esto no es el SIDA, será un resfriado, no sé, pero no pienses en eso. Además, los resultados nos dirán lo que sea, no te preocupes. -Sí, que no me preocupe, eso ya me lo sé. -¿Dónde está mi enfermo preferido? -Hola Julie, gracias por venir de nuevo. Hola a todos. -Hola –dijo Orson.
-Hola Mike –dijo Bree. -Hola señor Delfino -dijo Danielle. -¿Qué tal te encuentras? –preguntó Bree preocupada. -No muy bien, Bree, pero que se puede pedir a una vida que tengo ya de prestado. -No digas eso –dijo Orson-, tu vida es tuya, no es de prestado, no es de nadie, no le pertenece al SIDA. Mike, no quiero verte triste, la actitud del paciente es la base de la curación. -Lo que pasa es que… -No pasa nada Mike, es que crees que te vas a morir y me lo repites día tras día, ¿crees que no sé que ya te queda poco? -¡Susan! –dijo Bree alarmada. -Pero no es eso lo peor, lo peor es que lo recuerdas. Y cada vez que intento evadirme, que intento no pensar en la enfermedad, estás tú recordándome que no lucharás por la enfermedad, que no la vas a superar. Mike, parece que quieres morirte. -No quiero eso Susan, es sólo que… -dijo éste cogiéndola de la mano. -… es sólo que no puedo más Mike, no puedo más –dijo ella soltándose de la mano de Mike y yéndose del hospital. Entonces se quedan allí los demás. Una vez fuera Susan se sienta en uno de los bancos de la entrada y se pone a llorar. -¡Oh Dios mío, Tom! Mike no ha podido soportarlo –dijo Lynette que venía a ver a Mike. -No digas nada, a lo mejor no es eso, vamos a saludarla –dijo Tom, que fue con la silla de ruedas llevada por Lynette. -Susan, ¿qué ocurre? –preguntó Lynette. -No es nada, sólo que no puedo más. Mike siempre está recordándome que se va a morir, que no va a durar mucho… ¡no quiero perderle! –dijo Susan, abrazándose a Lynette. -Susan, entiendo la situación de los dos –dijo Tom-, cuando me postré en esta silla creí que la vida ya no tenía sentido y sólo le recordaba a Lynette lo malo que estaba, sin pensar que ellos también estaban pasándolo mal. No te preocupes, lo que pasa es que él aún no lo ha asimilado, pero cuando lo asimile se dará cuenta que la vida no termina hasta que se da el último suspiro y que hay que valorar cada segundo de vida. No te preocupes, él lo comprenderá. Así, fueron a ver a Mike, para ver qué tal se encontraba y animarlo. Andrew estaba ya viviendo con su marido, Stuart, pero la vida no era tan idílica como él pensaba. -¿Por qué tenemos que ver a tu madre si yo no puedo ver a la mía? –preguntó. -Porque la mía me quiere tal y como soy, no es lo mismo que la tuya. -Mira, no me puedes decir eso, sigue siendo mi madre, por si lo has olvidado. -Pero si lo digo por tu bien, para no hacerte daño. Mi madre nos quiere, ella será para ti como una madre. -No, yo quiero a mi madre, además la quiero ya. -Pues ya hemos quedado con mi madre, la semana que viene si eso vamos a ver a la tuya. -¿Qué has querido decir con “si eso”? –dijo Andrew enfadado. -Pues que si podemos vamos y si no pues no vamos, no te enfades. Desde ese momento Andrew vio que no conocía a su marido tanto como él creía conocerle. La mujer de John Rowland seguía herida, su marido habá muerto asesinado por Víctor, aunque ella hallaba consuelo. -¿Lo habéis matado? –preguntó ella por el móvil. -Está bien, entonces ya soy feliz –dijo después de escuchar que afirmativamente sus matones habían asesinado a Víctor Lang. Claire se levantó, como todos los días, un poco más tarde que de costumbre, de hecho todo el mundo estaba levantado. -¿Y Kevin? No le encuentro por ninguna parte. -No, digamos que se ha marchado. -¿Cómo dices? -Sí, se ha marchado. Te dije que no investigaras porque eso tendría consecuencias, ahora sólo te digo que has estado metiendo las narices donde no te mandan. -¿Qué has hecho con mi marido?
-Digamos que ahora los peces son su compañía –dijo sonriendo. -Maldito hijo de… ahora mismo verás que yo también sé amenazar. Pronto salió corriendo y cogió una pistola de su mesilla de noche, fue al comedor donde se encontraba Ernest, no se esperaba que ella tuviera una pistola y por eso no salió a correr. -Las manos en alto –dijo ella-, ahora me vas a contar cómo has matado a mi marido y toda la verdad sobre la muerte de mi hija. -¿Qué opciones tengo? Todas las que me propongas suponen la muerte, así que me da igual. -Pero te puedo dar un tiro en la cabeza, con lo que no sentirías dolor, o te pegaría un tiro en el estómago para que te desangrases lenta y dolorosamente. Tú decides. -Está bien, tu marido está en un lago cerca de aquí, te avisé de que no me investigaras y lo hiciste, no podía dejar que descubrieras mi secreto. -¿Qué secreto? -Claire, yo soy Steve. -Venga, no bromees, conozco a Steve y no te pareces en nada. -Hacía mucho tiempo que no me veíais y tuve un accidente en la fábrica, me cayó ácido en la cara. Me destrozó toda la cara y los médicos tuvieron que reconstruirla. Hicieron un buen trabajo aunque hay partes de la cara que no pudieron salvar. Siempre estuve pendiente de tu hija, todo el que quería casarse con ella lo mataba, pero todo cambió cuando al fin me atreví de nuevo a conquistarla, con otro nombre, otra cara y años sin verme seguro que no me reconocía. De hecho, no me reconoció. -¿Y por qué la mataste? Si erais felices, por qué la mataste. -Pues fue antes de venir a Wisteria Lane, la vi con un hombre y vi cómo se besaban en la boca, entonces ya me sentí herido y no pude esconder más mi ira, la maté. -Así que eso fue, ella te puso los cuernos, ¿no? –dijo ella sarcástica. -Sí, es lo peor que me puede hacer una mujer. -Sólo por curiosidad, ¿cómo era el hombre? -Pues era alto, tenía el pelo rubio corto y era bien parecido, además le hice fotos, están en la caja fuerte, detrás del cuadro que tienes a tu derecha, la combinación es 8854. Claire abrió la caja fuerte, entonces vio las fotos que Ernest había hecho. -¿Y por qué no le preguntaste? -Porque me sentía herido, engañado. Se estaba besando con otro tío, sólo fue un beso, pero para mí fue suficiente. -Claro, pues si le hubieras preguntado ella te habría dicho la verdad, ¿quieres saber quién es él? -¿Le conoces? -Sí, perfectamente. Es mi otro hijo, no sabía ni que estaba vivo, pero ella lo veía a menudo, según parece. -Pero no me dijo que tenía un hermano. -Cuando su hermano cumplió los dieciocho años nos dejó, era drogadicto y empezó a robar para costearse sus malos hábitos, pronto le perdimos la pista, pero se ve que Angela no lo había hecho, seguía viéndolo a menudo. Ya ves, ella no era infiel. -Mierda, ¿por qué no me lo dijo? –dijo él enfadado. -Pues porque era un secreto entre ellos dos, si le hubieras preguntado a lo mejor te lo habría dicho, pero no le diste ni el beneficio de la duda. Me dejaste sin mi hija sólo por una confusión, eres el mismo Steve de siempre. -Nunca he dejado de ser Steve –dijo éste rendido. -Bien, pues ha llegado el momento de ver qué hago contigo. Has matado a mi marido y a mi hija, ¿qué crees que debo hacer? -Matarme, me lo merezco. Si revuelves mis cosas encontrarás muchas cartas con el nombre de Steve, me las envié yo mismo, para que nadie sospechara de mí, muchas las he quemado, otras no. Adam y Katherine iban al hospital, iban a ver a Mike Delfino, y se encontró allí con todo el mundo. -Hola, estamos todos aquí –dijo Katherine. -Sí, todos estáis apoyándome y en este momento lo necesito, gracias –dijo Mike. -Para eso estamos los amigos, ¿no? –dijo Adam. Edie venía también a apoyarles, así que estaba todo Wisteria Lane al completo. -¿Qué regalas Susan? –preguntó Edie-, nos tienes a todos aquí.
-Pues la verdad es que nada, sólo que os habéis juntado todos. Muchas gracias a todos por venir. Nos van a echar, somos demasiados en una sola habitación. -No, os necesito a todos, no os van a echar –dijo Mike. El doctor vino con los resultados de las pruebas de Mike. -Quiero daros los resultados, pero no sé si con tanta gente. -Sí, no te preocupes, ellos son nuestros amigos –dijo Mike. -Está bien, pues las pruebas… -No te voy a matar, no soy una asesina como tú –dijo Clarie-, pero una cosa está clara, esto lo vas a pagar. He llamado a la policía mientras hablabas y ya están de camino. Irás a la cárcel y allí pagarás por lo que has hecho. -A la cárcel no, por favor, mátame. -¿Acaso le diste la oportunidad de elegir a mi hija y a mi marido? Él se quedo mirándola fijamente, entonces la policía vino y le esposó. Así acabo la pesadilla para Angela que no sabía por qué había muerto su hija, aunque en realidad echaba a los dos de menos, ¿qué haría ahora sin ellos? Sí, todo parecía indicar que sería un día normal para Wisteria Lane, aunque en realidad no fue así… [Policía se lleva a Ernest esposado, ésta mira con cara de pena a éste, recordando a su hija] Algunos dijeron adiós a su propia vida… [Víctor es metido en una bolsa negra, está muerto] Otros descubrieron que la verdad no siempre es dulce… [Claire mira una foto de toda su familia junta] Otros descubrieron que la vida no es para siempre… [Susan llora en el pecho de Mike, éste intenta aguantar las lágrimas] Aunque ante las malas noticias a veces tenemos a nuestros amigos que nos apoyan en los momentos más difíciles… [Todos los amigos de Mike los apoyan abrazándoles y cogiéndoles la mano afectuosamente] Pero, ¿qué pasa cuando no tenemos un hombro sobre el que llorar?... [Claire se encuentra sola en la casa de su hija, con un teléfono móvil en la mano] Que tenemos que recurrir al perdón para que los demás nos ofrezcan su apoyo. [Claire abre el móvil y busca en la agenda, entonces llama a su hijo]